Apuntes psicoanalíticos sobre la obesidad infantil.

La Obesidad infantil desde el punto de vista del psicoanálisis

QUÉ ES LA OBESIDAD, DESDE EL PUNTO DE VISTA DE LA INVESTIGACIÓN MÉDICA

Fundamentalmente, podemos definir la obesidad como la acumulación excesiva de tejido adiposo. La obesidad es considerada una entidad patológica que se caracteriza por un aumento de la masa corporal grasa. La obesidad es un problema médico y de salud pública de primer orden.

La obesidad infantil es reconocida como una enfermedad por la OMS y se asocia con la apnea del sueño, el asma, las enfermedades cardiovasculares, la dislipidemia, la hipertensión, la diabetes mellitus tipo 2, la osteoartritis, la enfermedad de la vesícula biliar y renal, las enfermedades del colon y las enfermedades del sistema genitourinario.

Además, la obesidad infantil también puede causar daño psicológico, como resultado de la estigmatización social, la depresión y la mala imagen corporal.

La asociación entre la obesidad infantil y los factores de riesgo de enfermedades crónicas, su persistencia en la edad adulta y el escaso éxito en su tratamiento han llevado a los organismos internacionales a plantear a los gobiernos la necesidad de prevenir el problema con medidas que promuevan una alimentación saludable y una actividad física adecuada, involucrando a padres, educadores, sanitarios, industria de alimentos y medios de comunicación, en el marco de una adecuada regulación.

Los modelos educativos que se aconsejan en la actualidad pretenden la intervención sobre la conducta para ayudar a la prevención y control de la obesidad y otras enfermedades crónicas. Para ello se requiere la participación de los padres o tutores, ya que son los que más influyen en los hábitos de conducta de los menores.

 

DATOS ESTADÍSTICOS DE INTERÉS

La obesidad infantil está aumentando rápidamente en muchos países. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), a escala mundial el porcentaje de niños con sobrepeso a la edad de 5 años se estima en más de 42 millones. Cerca de 35 millones de estos niños viven en países en desarrollo.

El crecimiento mundial del sobrepeso y la obesidad en la infancia y la adolescencia en las últimas décadas ha sido espectacular. Se estima que alrededor de un tercio de los niños padecen exceso de peso. La prevalencia de obesidad infantil en España se encuentra entre las mayores de Europa, junto con Malta, Italia, Reino Unido y Grecia.

Por sexo, los niños españoles presentaron el 28,6% de sobrepeso y el 12,9% de obesidad, mientras las niñas, el 23,5 y el 12,3% respectivamente.

Hay algunos factores que influyen en estos porcentajes, por ejemplo, el nivel de estudios del responsable de la alimentación del niño (la madre en el 85% de las ocasiones y el padre en el 14%) está estadísticamente asociado con la prevalencia de obesidad o sobrepeso. En particular, el mayor porcentaje de obesidad infantil se da en los responsables de la alimentación y cuidado de los niños cuyos niveles de estudios más altos alcanzados son enseñanza general básica o formación profesional de primer grado.

El 38,6% de los niños y adolescentes españoles de ambos sexos entre 8 y 17 años presentan problemas de exceso de peso según los criterios de la OMS.

Con las salvedades y prevenciones metodológicas pertinentes, parece que en España la magnitud del problema se ha estabilizado en la última década.

 

CONSECUENCIAS DE LA OBESIDAD INFANTIL

La obesidad infantil es un problema de gran importancia. Su solución requiere del trabajo tanto de profesionales como de familiares. Los grandes esfuerzos en salud pública y en educación son ineficaces sin la colaboración e intervención, en primer lugar, de la familia y, en segundo lugar, de los educadores.

Dicho problema se pone de manifiesto en relación a múltiples factores de diferente complejidad. Habiéndose abordado diversos puntos de intervención para poder prevenir, disminuir o evitar la obesidad en los niños, temas como el de una alimentación adecuada y fomentar una actividad física adecuada, y a pesar de que en los últimos años ha habido una detención del incremento del porcentaje de prevalencia, todavía, los recursos o medios utilizados resultan ineficaces.

El incremento de la prevalencia de la obesidad en la infancia y en la adolescencia plantea un problema de continuo incremento para nuestros sistemas de salud, debido a que una gran proporción de niños con sobrepeso tienden a ser obesos en la edad adulta. La investigación referente a la epidemia de obesidad infantil es crítica, debido a su asociación con otras enfermedades.

 

EL PAPEL DE LOS PADRES EN LOS CASOS DE OBESIDAD INFANTIL

Según un estudio publicado en la Revista Española Salud Pública 2012 (nº5), titulado La percepción del sobrepeso y la obesidad infantil por parte de los progenitores, podemos observar que con frecuencia los padres no perciben la sobrecarga ponderal de sus hijos. 

 

-Los padres percibieron el 34,7% del sobrepeso y un 72,3% de obesidad en sus hijos varones, y un 10,8% y 53,8% respectivamente en las hijas.

 

-Los padres y madres obesos identifican un 54,5% y el 57,7% de los casos de sobrecarga ponderal de varones, frente al 23,8% y 27,8% en niñas.

 

Podemos destacar cómo en familias cuyos progenitores son obesos perciben con mayor dificultad la obesidad en sus hijos que los padres con peso normal. 

Este dato nos tiene que hacer sospechar sobre el papel de los padres en los trastornos y enfermedades que se desarrollan en los niños. La mirada de una persona con una grave enfermedad, como es la obesidad, es una mirada que, de alguna manera, niega esa realidad. Es decir, la pregunta sería ¿cómo cuando una persona que sabe que tiene un problema de esa envergadura, con las consecuencias que la obesidad puede provocar en la salud y el bienestar del sujeto, en un amplio porcentaje de casos, el sujeto no hace nada?

Los hijos, psíquicamente hablando, para muchos sujetos, son una prolongación de uno mismo, una especie de extensión de menor edad que los padres ponen en el mundo para que continúen lo que han iniciado ellos mismos, es decir, es como un pequeño yo del individuo, recién llegado. Esta actitud narcisista siempre es un error, ya que los hijos son seres humanos distintos a nosotros que llegan al mundo, al suyo propio, para construir su propia vida. 

El narcisismo, la exigencia y la sobreprotección de muchos progenitores, impide el crecimiento de sus hijos, de los que esperan que crezcan a su imagen y semejanza. Esto sucede no sólo para lo que puede beneficiarles sino, también, como en el caso de la obesidad, para aquello que puede traer graves consecuencias para la salud y la vida del niño.  

Todos los estudios que hemos podido revisar señalan la importancia de cambiar los hábitos de alimentación, con la intención de lograr una nutrición equilibrada y adecuada a cada edad. Y, también, cambiar los hábitos de vida, evitando el sedentarismo, consecuencia de las horas dedicadas a ver la televisión o a jugar con las consolas, y promoviendo una actividad física eficaz para evitar la acumulación de grasas e inactividad, entre otros problemas y enfermedades. 

Estos estudios también insisten en la importancia de que los padres y educadores intervengan en la transformación de dichos hábitos. Pero en ninguno de estos estudios se tienen en cuenta aquellos factores por los cuales resulta tan difícil cambiar los hábitos de conducta de los niños.

Hemos escuchado repetidas veces que los niños son como esponjas, que lo aprenden todo, que repiten todo lo que ven. Así es, aprendemos por repetición, es decir, que si un niño ha adquirido determinados hábitos es porque repetidas veces alguien le ha ayudado a que los aprenda, o bien, dándole el mando para que se entretenga y no moleste, o bien, permitiéndole que coma lo que más le gusta, cuando él quiera, para que se calle y no interrumpa.

Quizá la palabra molestar resulte algo incómoda cuando tratamos tan verdaderamente la cuestión, pero, si nos detenemos un instante, son varios los temas que se juegan en un sujeto adulto, cuando aparece un niño al que “educar”.

Lo primero y más importante es señalar la diferencia entre educar y aprender, nadie educa a nadie, nadie enseña a nadie, lo único que se puede es aprender y el aprendizaje es frente al deseo del otro. Por ejemplo, cuando el deseo de los padres está puesto en llevar una vida sana, con una alimentación equilibrada, donde el ejercicio físico y comunicación hacen que la actividad sea constante, el niño aprende eso. Pero si el deseo de los padres es no hacer nada, llegar a casa y sentarse a ver la televisión, para no conversar y vivir bajo la frase: “comemos cualquier cosa”, los niños también aprenden eso.

 

LOS NIÑOS APRENDEN SUS HÁBITOS DE CONDUCTA A TRAVÉS DEL DESEO DE SUS PADRES

Otra de las cuestiones que se ponen en juego con el crecimiento de los hijos es la tolerancia a las diferencias, es decir, todos los seres humanos somos semejantes pero diferentes, y el desarrollo psicosexual es individual para cada sujeto. Los padres han de tolerar que los hijos crezcan con sus propias particularidades, condicionadas, además, por los cambios socioculturales de la época.

El crecimiento de los hijos nos muestra también el propio crecimiento, el paso del tiempo, en muchos casos en envejecimiento y el camino hacia el final de la vida, tema que no es muy agradable para la mayoría de las personas.

Aceptar la propia mortalidad, saber que tenemos fecha de caducidad, ayuda a tolerar mejor el crecimiento de los hijos y a cuidar los hábitos de conducta propios y de ellos. Muchas costumbres inculcadas a los niños tienen relación con que los padres no toleran su propia mortalidad, no aceptan la diferencia sexual, es decir, que provenimos de padre y madre y que, algún día, vamos a morir. A veces, la compulsión a comer está motivada por el miedo a morir de hambre.

 

SEXUALIDAD INFANTIL Y OBESIDAD INFANTIL. FASES LIBIDINALES

El desarrollo que cualquier niño ha de resolver en el trascurso de su crecimiento mientras se constituye su sexualidad, es decir, hasta la pubertad o adolescencia, requiere de muchas transformaciones psíquicas y físicas que, en su mayoría, están determinadas por cómo los padres aceptan el crecimiento de sus hijos. Tolerar el crecimiento particular del niño en su camino a la sexualidad adulta es un trabajo de los padres.

La sexualidad humana se constituye en dos tiempos: sexualidad infantil y metamorfosis de la pubertad, ambos separados por un periodo de latencia. En este transcurso, diferentes zonas del cuerpo se significan como zonas erógenas, donde la libido, apoyada en la pulsión, puede llegar a fijarse o detenerse, no en el proceso mismo de constitución, sino una vez hecho todo el recorrido, es decir, una vez definida su sexualidad, la libido puede retornar a alguna de las fases anteriores.

¿Cómo se relacionan dichas fases libidinales con la obesidad infantil? La libido, la energía sexual, hasta que se constituye bajo la primacía de los genitales en la pubertad, pasa por las fases oral, anal, fálica, escópica e invocante. Cada una de estas fases acerca al cachorro humano a su constitución como sujeto del lenguaje, como sujeto psíquico.

En la fase oral se instaura la demanda al otro, se hace la boca por medio de la función nutricia, pero no se consuela únicamente con él, todo el mundo va a ser conocido a través de la boca.

En la fase anal, la demanda del otro, se establece el amor y el odio, el niño maneja la caca como muestra de amor, como regalo que le entrega a la mamá, le da un pedacito de él como muestra de amor.

En la fase escópica, el deseo al otro descubre la mirada como campo del amor. En esta fase, el niño, después de la fase fálica, está más cerca de su constitución como sujeto psíquico.

Por último, en la fase invocante, última fase y en la que finalmente toman sentido todas las anteriores, se instaura el deseo del otro. La palabra inaugura en el niño el deseo para acceder al mundo, se hace habitante del lenguaje.

Cuando la comida se utiliza como instrumento para silenciar o para calmar el nerviosismo de los padres, se puede producir una regresión libidinal a una de las fases, quedando fijada esa manera de gozar. Se regresa de la palabra a la boca como centro libidinal. De ser un sujeto constituido como hablante, como deseante, a ser un sujeto demandante. La regresión siempre se produce desde la constitución completa.

Por eso, con el tratamiento adecuado, el psicoanálisis, se puede transformar el goce oral en un goce de la palabra.

La definición de nuestra sexualidad, socialmente entendida, se considera como un proceso que transcurre en el adulto o que corresponde a dicha edad, sin embargo, el descubrimiento freudiano plantea que la sexualidad germina en la infancia.

La sexualidad infantil presenta una serie de impulsos sexuales que más tarde serán inhibidos por las restricciones sociales. Por ejemplo, el chupeteo, algo que resulta para el observador un acto que desprende ternura, nos indica una de las primeras fuentes de placer, señalando la boca como zona erógena. El fin sexual, en este periodo, es la satisfacción de la función nutricia, que se sacia por la ingestión de alimentos.

Nos centramos en la obesidad infantil, tema que está siendo motivo de estudio y de preocupación social por los trastornos que produce en la salud infantil y que, si no se trata y se pone remedio, en la salud adulta deberíamos preguntarnos por la relación entre los llamados “hábitos de conducta”, tan recurrentes en los estudios publicados, y los factores psíquicos que se ponen en juego en el desarrollo del infantil sujeto.

La relación entre padres e hijos en el periodo infantil es la primera y más importante relación que establece el niño con el exterior, son sus primeros modelos de identificación. Por medio de los padres, los niños aprenden los hábitos a los que nos referíamos anteriormente, es decir, no es que los niños tengan malos hábitos en relación a la comida o una tendencia sedentaria, sino que los niños aprehenden maneras de gozar que les son transmitidas a través del deseo de sus padres y cuidadores, provocando en ellos estas conductas.

La educación de los hijos no pasa sólo por la relación que mantienen con los padres, los niños han de ir al colegio, aprender a relacionarse con otros niños y a aceptar las normas que el colegio y los profesores les trasmiten, pero, a pesar de todo, la conversación con sus primeros modelos de identificación, sus padres, es fundamental.

Aprender a conversar con los hijos, sin imponerles el criterio propio, dejando que sean ellos mismos los que forjen su idea sobre las cosas, que estudien lo que deseen, que crezcan de manera dispar al crecimiento de los padres, es fundamental para el desarrollo psíquico e intelectual de cualquier niño.

Para los adultos resulta demasiado sencillo todo, si se trata de juzgar a un niño, pero cuando ese adulto era niño, no tenía el saber y el conocimiento sobre la vida que tiene en la edad adulta, así que cualquier juicio sobre la conducta infantil no ha de pasar por lo que el adulto sabe, sino por las circunstancias por las que el niño está pasando.

Si se desea conocer la situación de los hijos, hay que escucharlos, hablarles, dedicar un tiempo para establecer una relación donde la comunicación sea más importante que la incomunicación, que algunos padres fomentan en sus hijos llenándoles la boca de comida, no tanto porque necesiten comer, sino para taparles la boca, porque ellos, como padres, no saben conversar, ni con sus hijos ni entre ellos mismos.

Los niños se adaptan a cualquier cosa y, como cualquier sujeto, gozan de cualquier cosa: si comen, aprender el goce de comer; si leen, aprender el goce de leer; si hablan, aprenden el goce de hablar. Y, aunque sabemos que es imposible enseñar nada a nadie, porque sólo se puede aprender, lo que los niños aprenden tiene relación con lo que ven y escuchan, con lo que en primera instancia reciben de sus padres, si sus padres hablan, aprenden el goce de hablar y si sus padres comen para no hablar, aprenden ese goce.

El niño ama, incorpora a su yo lo que le provoca placer, y odia, rechaza del mundo exterior, todo aquello que le provoca displacer. Goza de todo lo que aprende: comer, hablar, ver, escuchar, leer, escribir, estudiar, etc.

 

EL DESEO Y LA SOBREDETERMINACIÓN INCONSCIENTE

Varios trabajos publicados hablan, refiriéndose a los hábitos alimentarios, del consumo de bollería industrial, comida rápida (hamburguesas o comida precocinada), golosinas, entre otros, como principal problema de esta enfermedad, junto con el sedentarismo. Insisten en procurar a los niños una alimentación sana que incluya productos como fruta, verdura, legumbres, pescados, carnes, etc. Es cierto que el consumo de determinados alimentos favorece y potencia el acumulo excesivo de tejido adiposo, lo que definiríamos como obesidad, pero ¿qué estamos trabajando cuando nos referimos a estas cuestiones?

Debemos diferenciar dos tipos de trabajo cuando nos referimos a un ser humano, como sujeto psíquico: Podemos hablar de multipledeterminaciónación y de sobredeterminación. Decimos que un efecto está sobredeterminado cuando es producto del inconsciente, concepto teórico definido por Freud en la Interpretación de los sueños.

Comprender la sobredeterminación inconsciente nos proporciona la posibilidad de tratar con efectividad la verdad de muchas enfermedades, entre las que se encuentra la obesidad.

Si pensamos que son varias las causas que originan la enfermedad, estamos trabajando la multipledeterminación, pero si podemos, por medio de la teoría psicoanalítica llegar a develar el deseo que sobredetermina la producción de enfermedad, podemos transformar dicho deseo inconsciente y producir otra manera de gozar para ese sujeto.

En uno de los estudios trabajados llegué a la lectura del siguiente párrafo:

“Las 2 razones más comúnmente aceptadas para el aumento de la prevalencia de la obesidad infantil son algunas prácticas de dietéticas pobres y la reducción generalizada de la actividad física, lo que hemos dado en llamar «los 2 grandes»”. La pregunta es: ¿son los únicos culpables? Y a continuación enumeran las siguientes causas que ponen en relación con la obesidad infantil: Infecciones, epigenética, edad materna, el apareamiento selectivo, deuda de sueño, fármacos, temperatura ambiente y exposición intrauterina a niveles altos de adiposidad materna.

Toda esta enumeración de causas puede provocar efectos relacionados con la obesidad, pero ¿y si partimos del efecto? El psicoanálisis parte siempre del último efecto, la palabra, el discurso del paciente. En el caso que nos ocupa, se trataría del discurso de los padres, a través del cual se puede interpretar el deseo que sobredetermina la sexualidad de esa familia.

Y sexualidad para el psicoanálisis es todo aquello que está tocado por la palabra. Somos seres sexuados, provenimos de padre y madre y, en esa complejidad, el inconsciente está estructurado como lenguaje. La única manera de saber del inconsciente es por sus efectos en el lenguaje. El inconsciente no está en ninguna parte, se produce cada vez, por medio de la interpretación psicoanalítica.

 

CONCLUSIONES

Los seres humanos nos diferenciamos de los animales porque somos seres hablantes. Esta capacidad nos permite comunicarnos y establecer lazos afectivos muy diferentes a los que se generan en otras especies. Muchos cachorros del reino animal, cuando nacen, son autosuficientes, es decir, pueden caminar, alimentarse y crecer por sus propios medios, pero el cachorro humano, nace “prematuro”: cuando llega al mundo necesita que alguien le atienda, le dé de comer, le procure calor, higiene y, lo más importante, que alguien le hable. La madre o la persona que ejerce esta función, ya que la madre es una función, es para el niño imprescindible.

El niño, para constituir su sexualidad (en este punto es importante señalar que este recorrido lo hace a través del lenguaje) tiene que hacer un trabajo psíquico, no solo para la conquista genital, sino para la adquisición del lenguaje. La sexualidad humana es todo aquello que está tocado por la palabra: amar, aprender, comer, estudiar, soñar, cualquier verbo en infinitivo es una construcción significante que el niño ha de adquirir.

El aparato psíquico se forja sobre las leyes del lenguaje, antes no hay nada. Por eso, cuando lo niños presentan problemas en la alimentación o en sus hábitos de conducta hay que psicoanalizar a la madre y/o al padre.

La familia transmite ideología. Desde la más tierna infancia, el niño recibe de la madre una manera de concebir la vida: cómo le da el pecho, cómo le mece, su forma de agarrarle, todo lo que recibe el niño de la madre lleva su ideología. Más tarde, a los 3 ó 4 años, aparece la figura del padre. Este momento es decisivo para su constitución como sujeto psíquico, la entrada del tercero, del padre, de la ley, del lenguaje, inaugura a ese humano como sujeto psíquico.

Es fundamental que el enfoque sobre el tratamiento de la obesidad infantil dé un giro, ya que lo importante no es tanto el cambio de hábitos, que también, sino el tratamiento del deseo inconsciente de los padres que sobredeterminan los hábitos de sus hijos. Hábitos aprendidos, desde su infancia, y trasmitidos por el deseo de los padres.

Es necesario aprender a hablar, ya que la boca, además de llenarse de comida, también se puede llenar de palabras.

El psicoanálisis es imprescindible en el tratamiento de la obesidad infantil.