QUÉ ENTENDEMOS POR DUELO
Etimológicamente, hay dos orígenes de la palabra duelo:
Por un lado, proviene del latín duellum que significa “combate entre dos”, desafío.
Por otro, proviene del latín dolus, que aporta el cultismo dolo y derivados como doloroso, y por extensión, luto.
Podemos definir el duelo como el proceso de adaptación emocional que sigue a cualquier pérdida (pérdida de un empleo, pérdida de un ser querido, pérdida de una relación, etc.). El duelo tiene una dimensión tanto física como psíquica que es vital en el comportamiento humano.
EL DUELO SEGÚN EL PSICOANÁLISIS
El duelo es un estado que se podría llamar normal, no patológico, y se manifiesta de manera semejante a la melancolía. La diferencia, dice Freud, es que el duelo se produce por la pérdida real de un objeto amoroso, por ejemplo, la muerte, la separación, es decir, que en el duelo lo que pierdo es eso y sé lo que he perdido.
Por ejemplo, frente a la muerte de un ser querido, la realidad exterior ha perdido interés para el sujeto. Sólo le interesan, de la realidad exterior, aquellas cosas que le recuerdan la persona fallecida. Pero Freud dice: “esto parece una enfermedad, pero no lo es porque es temporal”.
Es decir, en el sujeto en duelo suele ganar la realidad, que le dice: “en la realidad no está más el objeto amoroso, te tienes que buscar otro”. Termina ganando la realidad, que demanda que la libido abandone todas sus ligaduras con lo perdido.
Contra esta demanda surge una oposición en el sujeto, pues sabemos que el hombre no abandona gustoso ninguna de las posiciones de su libido, aun cuando les haya encontrado ya una sustitución.
Freud nos dice que podría ser una enfermedad, si se prolonga indefinidamente, cuando el sujeto está desinteresado por la realidad exterior. Otro ejemplo, para utilizar una situación muy común: eso que se prolonga no uno o dos meses alrededor de la cuesta de enero (que sería un duelo), sino que, si se prolonga hasta agosto, ya estaríamos hablando de depresión.
Este sentimiento normal de duelo, dice Freud, es muy interesante, porque no produce pérdida del yo del sujeto; es decir, que murió un ser querido y yo al día siguiente estaba triste, no tenía interés por la realidad exterior, pero no había dejado de ser yo, con mis cualidades y mis defectos.
La inhibición y la falta de interés por el mundo exterior en el duelo se explican por el proceso mismo del duelo, donde el yo queda absorbido.
CÓMO SE MANIFIESTA EL DUELO
Debemos tener en cuenta que cada ser humano es único, y que tiene un psiquismo semejante pero diferente al resto de los humanos. Partiendo de esa premisa, podemos describir algunos rasgos comunes respecto a la sintomatología del duelo.
Hay manifestaciones fisiológicas como, por ejemplo:
- Vacío en el estómago
- Opresión en el pecho y garganta
- Hipersensibilidad al ruido
- Sensación de despersonalización
- Falta de aire
- Palpitaciones
- Debilidad muscular
- Falta de energía
- Dolor de cabeza y sequedad de boca
Y también hay síntomas a nivel psíquico:
- Trastornos del sueño y alimentarios
- Conducta distraída
• Aislamiento social
• Soñar con el fallecido - Evitar recordatorios del fallecido
- Llorar y/o suspirar
- Visitar lugares que frecuentaba el fallecido
- Hiper-hipo actividad
Pero sabemos que, en el ser humano, no hay una separación entre lo físico y lo psíquico, ambos planos están íntimamente relacionados.
Por ejemplo, en el duelo disminuye la actividad de las células llamadas Natural Killers (NK) o células asesinas naturales, un tipo de linfocito que juega un papel muy importante en el sistema inmunológico, ya que su función consiste en la destrucción de las células infectadas y de las células cancerosas, además de regular las respuestas inmunitarias, lo que favorece el desarrollo de enfermedades orgánicas.
Es decir, los cambios psíquicos no serían una consecuencia de la enfermedad orgánica, sino que serían precursores de la misma. Freud observó que la tristeza, la angustia y la culpa, que debían cursar como señales, se transformaban en el sujeto en fuente de muchos padecimientos.
Por eso, frente a una pérdida, es conveniente la terapia psicoanalítica, puesto que nos puede ayudar a abordar la realidad de una manera sana, que no perjudique nuestra salud y que permita continuar con nuestra vida.
DIFERENCIAS ENTRE DUELO Y MELANCOLÍA (O DEPRESIÓN)
Sabemos que los límites entre la salud y la enfermedad quedan definidos por factores cuantitativos.
Vamos a ver las diferencias entre el duelo y la melancolía, es decir, la depresión. Las múltiples formas de la depresión, en ocasiones, pueden parecernos afecciones somáticas, aunque lo que verdaderamente estamos presenciando son los efectos de la depresión.
Hemos dicho que el duelo es la reacción a la pérdida de un ser amado o de una abstracción equivalente: la patria, la libertad, el ideal, etc. Es un proceso normal que desaparece al cabo de un tiempo, es decir, el duelo no es eterno.
La melancolía o depresión surge bajo las mismas circunstancias, pero en personas con cierta predisposición morbosa. La diferencia fundamental es que se alarga en el tiempo, instalándose como patología.
La depresión o melancolía también es la reacción a una pérdida, en muchos casos de un objeto amado, pero puede ser incluso la pérdida de un ideal. Por ejemplo, el sujeto no ha muerto, pero ha quedado perdido como objeto erótico (el caso de la novia abandonada).
Hay otros casos donde la pérdida no está tan claramente definida, o aquellos otros donde el sujeto conoce el objeto perdido, pero no lo que ha perdido con él. Digamos que, en la melancolía o depresión, la pérdida es inconsciente, no como en el duelo, en que la pérdida es reconocida.
Soy melancólico cuando hago desaparecer al objeto, es decir, lo introyecto, lo incorporo a mi yo. Y esto es muy interesante, el sujeto pierde algo de su yo, pero ¿por qué? Porque el sujeto siente que no puede amar a nadie.
Es una diferencia respecto al duelo, en el que pienso que no hay nada para amar, si estoy en duelo normal, pienso: “después de la muerte de mi padre, no hay nada en la realidad que pueda ser amado por mí”.
En la melancolía es: no puedo amar; hay una pérdida del yo, no puedo trabajar.
En el duelo no es “no puedo trabajar”, sino que es “no hay ningún trabajo en la realidad que me llame la atención tanto como la persona amada”. Por lo tanto, no es que no pueda trabajar, es que no quiero, no me interesa trabajar; no es que esté enfermo, impotente, sino que la realidad ha perdido para mí su interés.
En cambio, en la melancolía hay un autorreproche: soy indigno. Se producen fantasías de ruina, de empobrecimiento, de miseria del yo. A esto es a lo que Freud llama autorreproche, es decir, el yo se reprocha a sí mismo, sin necesidad de que nadie del exterior le diga, sin necesidad de policía.
El duelo tiene que ver con una pérdida real, objeto o ideal, pero real.
La melancolía tiene que ver con un objeto inconsciente que se pierde, del orden de lo sexual y la tristeza.
Freud nos plantea de esta manera el problema de las identificaciones, puesto que habíamos dicho que en la melancolía el castigo es al propio yo, y esto es así porque el sujeto se identifica con el objeto perdido y, como lo ha introyectado, está dentro de el propio sujeto, lo castiga en su yo.
Hay una incapacidad para sustituir lo perdido y una tendencia a enquistarse en ese objeto, ya imposible. Y esto es lo patológico.
¿Qué es lo que le impide sustituir a un exiliado, por ejemplo, estas calles por aquellas calles? Que el yo está invadido, no lo tiene libre para andar por los nuevos lugares, lo tiene ocupado por las calles del pasado. Es decir, hay una fijación por mantener aquella terraza, aquel patio, ese color del cielo… En otro lugar el sujeto no puede ver el color del cielo. No llega a ser una melancolía, pero ése es el mecanismo de la melancolía.
Puede incluso darse el caso de una melancolía altruista. Ejemplo: yo un día vengo triste y pienso que no tengo futuro, entonces pongo una bomba aquí para que se mueran todos, para que no sufran por la falta de futuro, eso se llama suicidio altruista. O: me echaron del trabajo, entonces voy a mi casa y mato a mis dos hijos para que no sufran porque papá no tiene dinero, eso se llama suicidio altruista.
Es mejor psicoanalizarse que caer en esos extremos, tanto por uno mismo como por los que nos rodean.
IMPORTANCIA DE LA TERAPIA PSICOANALÍTICA EN SITUACIONES DE DUELO
Hablar de duelo siempre es hablar de uno mismo, porque el que más o el que menos ha perdido un objeto amoroso en su vida, o un ideal o un sueño, o ha tenido que cambiar de ciudad, de país, de familia… En todas estas situaciones se corre el peligro de caer en una melancolía.
El psicoanálisis es una ciencia de efectos. Por eso, los beneficios de la terapia psicoanalítica se miden por el cambio producido en la vida cotidiana de las personas.
La terapia psicoanalítica es más que una ayuda psicológica, es un método eficaz con el que podemos enfrentar los conflictos internos, aprender a vivir con mayor libertad. Da la posibilidad de resolver los problemas que nos producen sufrimiento psíquico, permite al sujeto conocerse mejor.
El pensamiento al que nos acostumbran desde el colegio o la universidad, hasta los modelos ideológicos del estado, es el llamado normal, lineal o directo. Nos enseñan a leer la realidad de una manera ingenua.
Eso implica una reducción notable de las posibilidades de ver la realidad de manera múltiple, diferente, y, por lo tanto, de poder solucionar sus problemas, conflictos y enigmas de forma exitosa.
El psicoanálisis nos da instrumentos para comprender el mundo, para ver más allá de lo aparente, para escuchar otras cosas y, por supuesto, para sentir otras cosas.
La terapia psicoanalítica ofrece la posibilidad de vivir sin sufrir permanentemente.