Hablemos de la infancia: Celos e Infidelidad
¿QUÉ OCURRE EN LA INFANCIA?
La familia es esa organización, esa plataforma de lanzamiento que va a educar y a acompañar el desarrollo del niño, preparándole para salir al mundo, para hacerle un ser independiente y capaz de valerse por sí mismo y de relacionarse con otras personas.
Para el niño, el primer amor es la madre, para todos, independientemente de que sea niño o niña. Así conocemos el amor. Cuando interviene el padre en la relación, separa al niño de la madre porque es necesario para su crecimiento. Entonces el padre se convierte en rival. Ahí surgen los primeros celos, las primeras envidias, las primeras culpas. Todo ello aparece en relación al padre.
Todo ello es inconsciente, todos estos sentimientos infantiles que sentimos por primera vez con nuestros padres se hicieron inconscientes, forman parte de nuestra infancia. Nos acordamos de muy pocas cosas de nuestra infancia porque caen bajo un mecanismo que se llama la amnesia infantil, se olvidan. Hay un periodo de latencia que separa la infancia de la adolescencia.
Aunque se olvidan todas esas cosas, con respecto a los padres, los sentimientos de celos, de envidia, de culpa, de odio, de hostilidad, no desaparecen. Lo que pasa que ahora los ligamos a otras personas. Ya no es a mi padre, es a mi jefe, “odio a mi jefe”.
Hay dos realidades. Está la realidad de nuestra vida, de la relación con nuestros familiares, con el marido, con los hijos, y también está la realidad psíquica, que es otra realidad tan importante como la material.
Y esto nos pasa a todos, nos creamos una realidad psíquica que no siempre tiene que ver con la realidad material. Y ocurre que la que tiene más peso es la realidad psíquica, la realidad material es secundaria, aunque, sin embargo, la realidad material es fundamental para una buena salud mental.
¿EXISTE LA INFIDELIDAD?
Al primero que hay que ser infiel es a uno mismo. Tenemos tantos prejuicios que hay que aprender a ser infiel a los propios prejuicios. Si no lo hago, no puedo avanzar en la vida, hay que separarse de uno.
Cuando hay una infidelidad ¿qué deseo está en juego?
Primero hay que preguntarse qué deseo está en juego en esa infidelidad. Sabemos que los celos son deseos, es decir que, si yo estoy celosa de una mujer a la que mira mi marido, no es de cualquier mujer, es de una mujer en concreto. Algún deseo despierta en mí esa mujer.
Hemos comprobado que algunas infidelidades son más bien para la pareja, que yo me voy con ese hombre, pero no con cualquiera, me voy con el hombre del que mi marido siempre me habla.
Todos somos infieles. Hay un juego de deseos que interviene en una infidelidad en la pareja. Tiene que ver con esta situación inicial de la vida: todos somos infieles de raíz porque el primer amor para todos los hombres y para todas las mujeres es la mamá. El primer amor es ese amor único.
En un principio somos uno, ahí sí que hay una unidad porque el niño solo no podría vivir. Entonces, en esa unidad tengo que ir construyendo una infidelidad frente a la madre, tengo que renunciar a la mamá para poder aceptar a otras mujeres a otros hombres. Cuando, de adulto, tengo problemas del tipo “que no encuentro una relación, que esta mujer no me gusta, no me sirve, que me duran dos semanas”, es que no me puedo separar de mi mamá.
Aún no intervino papá, porque papá viene a separar esa relación. Viene a decir “tu madre es mía, hijo, búscate otra mujer, que tu madre no te pertenece. Yo estaba antes que tú”. Por eso se produce la agresividad contra el padre. Odia al padre en un momento de su crecimiento porque es el padre el que viene a separarle de la madre. Y eso es necesario y saludable para el niño y para la madre. Más tarde también odiará a la madre porque se fue con papá.
El niño tiene que reprimir todos esos sentimientos, porque, si no, no puede continuar, tiene que aceptar la ley, tiene que aceptar que hay padre y que la mamá no es para él y eso es fundamental para salir al mundo, para poder relacionarse con otras personas fuera de la familia.
Aceptar la ley nos ayuda a respetar el semáforo cuando está en rojo, nos ayuda a levantarnos a las ocho para ir a trabajar. Respetar esa ley nos ayuda a vivir, a convertirnos en seres humanos. El problema es que, cuando esa ley, por la que todo el mundo pasa, no me gusta, la quiero forcluir, eliminar, hacer como que no existe. Entonces, regreso psíquicamente a fases anteriores. Este es el origen de muchas enfermedades psíquicas.
LOS CELOS EN EL ADULTO
Es importante aclarar que los sentimientos que se generan normalmente tienen dos vías. Son por un lado hostiles y por otro lado sexuales, eróticos. Éstos son los que, digamos, marcan las vías de los sentimientos.
Estos mecanismos nos han pasado a todos. Cuando surge una escena de celos, claramente se ve esta situación edípica infantil. Es como si él fuese mi mamá que se va con otra, mi papá, me siento abandonado/a.
El niño siente celos, lo que pasa que, como es un niño, no lo puede hablar, no lo puede expresar y llora, coge una rabieta o se enferma. O pega, deja de comer o no hace caca o no habla. La realidad es que habla de otra manera, con su cuerpo, con un síntoma. De alguna forma tiene que decirlo y, como no tiene todo el lenguaje y no conoce lo que le está pasando, entonces lo canaliza como puede.
Hemos dicho que los primeros celos se sienten en la infancia, y los llevamos incorporados durante toda la vida. Uno tiene que hacer un trabajo para poder gestionar esos celos, para hacer otras cosas con sus celos. Los celos son humanos, no podemos desprendernos de ellos.
Por ejemplo, me pongo celoso porque veo que mi jefe mira más a mi compañero. O veo que las profesoras miran más a una compañera que a mí. O sorprendo a mi pareja mirando demasiado a otra persona… Es decir, los celos son una cosa de la mirada, que es el campo del amor.
En la familia, también, van a acontecer una toda una serie de sentimientos, de prejuicios, de ideas: “éste me ha dicho no sé qué de mi hermano” que yo no sé siquiera si es verdad o no, me lo ha dicho él, o sea, que tiene que ver con él, no con mi hermano realmente.
Uno tiene que sospechar de uno. Cuando un sentimiento aparece muy exagerado en mí, tengo que sospechar de mí. Tengo que decir ¿cómo puede ser que odie tanto a esta persona? ¿Cómo puede ser que ame tanto a esta persona? Algo raro está pasando, porque es exagerado mi amor, es que soy capaz de cualquier cosa por esta persona…
Si uno llega y habla y asocia libremente y se deja interpretar, pues a lo mejor va a descubrir que al lado de ese amor exagerado hay un odio reprimido, o al lado de ese odio exagerado hay un amor reprimido que no tolero conscientemente.
Con los celos pasa exactamente lo mismo: “¡Ay, se ha ido con otro!” “Me ha dejado”, “siento una herida narcisista”. “¿Cómo me ha podido dejar a mí por otro? Además, siento una tristeza, ¡Ay, se ha ido mi objeto amado…!”
Pero, cuando analizamos la cuestión y vemos qué hay detrás, de manera inconsciente, nos encontramos con deseos, un deseo por esa persona de la que se cela. No se tiene celos de cualquier persona. Se tiene celos de la persona que nos llama la atención por algo, es decir, la persona a la que deseamos.
Pero se trata de un deseo inconsciente, el sujeto nada sabe de ello, para su conciencia es intolerable.
Lo que aparece reprimido es que no lo tolero conscientemente, pero está ahí pulsando todo el tiempo, haciendo que lo que aparece en la conciencia aparezca totalmente disfrazado. Que aparezca con un disfraz exageradísimo es la condición para poder expresarse.
Hay gente que dice no ser celosa. Todos hemos pasado por una etapa donde hemos sentido celos. No soy celoso quiere decir que no utiliza los celos para destruir su relación, su vida, pero celosos somos todos. Los celos también son favorables, se pueden utilizar para cuidarse más, para seducir más a la pareja.
Aprender a reconocer los deseos propios es muy liberador, y en este sentido la terapia psicoanalítica puede ayudarnos a saber distinguir la naturaleza de los sentimientos, liberándonos de la tiranía con la que nos someten.