Las diferencias enriquecen las relaciones

Las diferencias enriquecen las relaciones

LA PALABRA “PAREJA”

Si tomamos como ejemplo las relaciones de pareja y nos aproximamos al significado de la palabra “pareja”, nos remite a la palabra “parejo”, que en sus dos primeras acepciones se refiere a lo igual o semejante, y a algo liso o llano.

-Parejo como igual o semejante

Los dos primeros términos, igual o semejante, son las premisas más codiciadas a la hora de buscar pareja hoy en día. Existe una tendencia a encontrar, en el otro, actitudes, gustos o aficiones que se igualen o sean parecidas a las propias.

Esta inclinación a lo igual, marcada por la ideología, trae consigo uno de los mayores retos del ser humano, es decir, la aceptación de las diferencias.

-Parejo como algo liso y llano

La segunda definición de “parejo” sugiere la tan ansiada tranquilidad, algo liso y llano, nos permite visualizar toda la extensión de lo que está por venir, no proporciona sorpresas o sobresaltos, de alguna manera permite anticipar lo que va a pasar.

Este estado tan codiciado por la mayoría, nos recuerda al principio del placer, es decir, a predisposición a la tensión cero, tendencia natural del aparato psíquico, pero esta inclinación nos aleja de la realidad, ya que la realidad no es plana, por el contrario, la realidad aporta movimiento al sujeto, acerca a la vida y aleja de la muerte.

En las relaciones de pareja observamos que esta preferencia a la estabilidad, a la tranquilidad, a un estado liso y llano, desemboca en la rutina, en el aburrimiento, en una comodidad perjudicial sobre la actividad necesaria de ser humano, que tarde o temprano nos llevará a la traición, a la venganza hacia la propia pareja o hacia uno mismo.

POR QUÉ NOS CUESTA ACEPTAR LAS DIFERENCIAS

Desde la más primitiva infancia, existe una inclinación social e individual a ocultar algo evidente, la diferencia hombre y mujer. Esta desigualdad biológica, aportada por la especie, tiene consecuencias en el mundo psíquico. Aunque parezca paradójico, es, a su vez, la mayor riqueza de los hombres, ya que, aunque nos hace sabernos mortales, también a través de la capacidad hablar, única de nuestra especie, podemos acceder al goce.

Cuando se busca la igualdad en la pareja, cuando molestan las diferencias entre los miembros de la misma, cuando se imponen los gustos de uno sobre los del otro con la idea de que cuanto más parecidos mejor funciona la relación, lo que se produce es, de alguna manera, un rechazo a las diferencias.

La ilusión de alcanzar la completud nunca abandona al sujeto, porque un goce que se ha experimentado alguna vez es muy difícil de abandonar. La forma de goce más temprana para el ser humano se produjo en esa situación de confort en los brazos de la madre, que le daba todo y era un ser todopoderoso porque le salvó la vida.

A veces las parejas aspiran a que su partenaire calme todas sus necesidades como lo hacía su mamá. Cuando esto sucede no son dos, sino que son uno. Es decir, una locura total porque en una pareja la complejidad es múltiple.

En las relaciones sociales, en general, también funcionan estos mecanismos psíquicos, esa dificultad para aceptar las diferencias.

A veces, en el terreno laboral, intentamos por todos los medios eliminar las diferencias con nuestros compañeros o jefes. Esto, además de una tarea imposible en sí misma, implica una negación de la idea de trabajo, del trabajo que cada cual ha llevado a cabo para lograr ese lugar en la empresa.

Es importante aprender a sumar, porque cada uno tiene sus propias habilidades y, cuanto más diferentes sean, más se puede conseguir del equipo de trabajo.

En el núcleo familiar o con los amigos ocurre algo parecido. Es como si todos los miembros de esa familia tuvieran que pensar del mismo modo, comportarse de manera similar, para poder convivir.

Cuando, en realidad, es al contrario. Las relaciones más duraderas y afectivas que podemos construir se basan en las diferencias, los distintos puntos de vista, la diversidad social.

Un otro diferente nos permite crear nuevas posibilidades, encontrar nuevas maneras de ver la vida, de hacer las cosas y, por tanto, ampliar nuestros horizontes.

 

HABLAR: LA GRAN NECESIDAD DEL SER HUMANO

Buscar pareja es una de las actividades más relacionadas con el mundo cibernético, muchísimas personas acceden a chats o a páginas de contactos, atraídos por la privacidad y la libertad que estos soportes facilitan, sin saber quizá que estos medios, tan de moda, ponen de manifiesto una de las necesidades más importantes del hombre: hablar.

Hablar es lo que nos diferencia de los animales. Precisamente la facultad de hablar nos hace humanos y nos convierte en mortales y no es que los animales no mueran, claro que mueren, pero no lo saben.

 

LA DIFERENCIA SEXUAL

Los hombres y las mujeres son diferentes, semejantes pero diferentes, y esto revela que venimos de padre y madre, que para que un humano nazca, hacen falta dos humanos de sexo opuesto (un macho y una hembra) que mantengan una relación sexual para engendrar un nuevo ser, a través de la cópula.

Este hecho, imprescindible para el mantenimiento de la especie, es, precisamente, el que, por complejos mecanismos psíquicos, se intenta negar, olvidar, forcluir, reprimir, produciéndose en muchos casos la enfermedad mental o los trastornos e inhibiciones que perturban la vida del sujeto.

Las enfermedades sexuales son, en muchos casos, síntomas de la posición frente a la aceptación de la diferencia sexual. Lo psíquico es una cuestión de cada sujeto, sabiendo que el sujeto es social, pero diferente a todos los demás seres humanos.

Si el hombre no reconoce que la mujer es una mujer, esa mujer no puede tener hijos. Pero si la mujer no reconoce que el hijo lo tuvo con un hombre, el niño no tiene padre. Y esto es el nódulo de muchas neurosis, negar esa diferencia.

Otro error muy extendido es querer “entender” a la pareja. No se puede entender a nadie, porque eso implicaría que el otro cabe dentro de mi imaginario, es decir, que es igual que yo. A la pareja hay que amarla, no entenderla.

 

AMOR Y DESEO

El amor es un sentimiento de la especie, está al servicio de la reproducción. Es lo que permite que un hombre y una mujer tengan hijos, los críen, los eduquen, los preparen para el mundo. El deseo, en cambio, es propiamente humano, porque está ligado a la palabra, que es lo que nos diferencia de los animales.

Amar es hablar y poder decirle al otro una frase que necesita en ese momento, que le va a ayudar en su crecimiento. Hay una definición que dice: “Amar es dar lo que no se tiene a quien no es”.

El amor se produce, no es algo que uno tenga y el otro no tenga y uno se lo dé al otro. Se produce en la relación, es algo nuevo que no estaba antes.

El deseo no existe, se construye a través de la interpretación psicoanalítica. Antes de hablar no sabemos nada del deseo. No hablar es negar el sujeto psíquico.

Depende de cómo cada uno se posicione frente al deseo inconsciente, el que es motor de la vida, se tiene una vida u otra, si se acepta, si se rechaza, si se niega o si se forcluye, pasan cosas diferentes.

El deseo del que hablamos es un deseo con palabras, con trabajo psicoanalítico, poniendo todas esas cosas que a uno le pasan en palabras para poder ser interpretado.

Entre el hombre y la mujer también hay diferencias en la manera de amar y desear: ella desea sin tapujos, pero tiene problemas para amar, ella necesita ser amada, es como una necesidad. Y el hombre, a pesar del amor cortés y sus consecuencias, necesita que la mujer desee y a ella le cuesta eso. No es que la mujer no desee, la mujer no quiere reconocer que desea.

Es decir, que muchos de los problemas en las parejas se desencadenan por la intolerancia hacia las diferencias generadas entre ellos.

Tolerar las diferencias nos acerca al otro y, en general, a la vida. Y el psicoanálisis puede ayudarnos a conseguirlo.

Las diferencias enriquecen las relaciones.