Lo psíquico en la gripe y el sistema inmune

 

 

Estamos en plena temporada de gripe, los contagios se multiplican a tal punto que es casi imposible encontrar a alguien que no la haya pasado o la esté pasando. Hay una corriente de opinión que dice que, después de estos años con mascarilla, nos hemos vuelto más vulnerables a esos virus que llevan toda la vida con nosotros.

Pero el asunto no es tan simple, detrás de cada contagio hay todo un mundo de factores físicos y psíquicos, diferentes para cada uno, aunque no nos demos cuenta de ello. Vamos a profundizar en esas cuestiones.

 

¿QUÉ ES LA GRIPE?

 

La gripe o influenza es una infección respiratoria (nasal, de garganta y pulmonar) trasmitida por gotitas en el aire que van mutando constantemente, dando lugar al surgimiento de nuevas cepas.

Esas gotitas de aire o aerosoles son el mecanismo por el cual también se contagia el COVID, el catarro y cualquier otra enfermedad respiratoria.

  • Síntomas del virus

 

La gripe genera un gran malestar general del cuerpo que trae consigo diversos síntomas como la fiebredolor muscularescalofríos y sudoracióndolor de cabezatos seca y persistente, insuficiencia de airecansancio y debilidadcongestión goteo nasaldolor en la gargantadolor ocularvómitos y diarrea (más frecuente en los niños).

Las personas portadoras del virus empiezan a propagarlo desde el día anterior a que aparezca cualquier síntoma hasta los cuatro días después de comenzar, aunque en los casos de los niños pueden prolongarse un poco más.

Si se ha pasado esta situación en el pasado, el cuerpo desarrollaría anticuerpos por lo que, si los virus futuros que aparezcan pertenecen a la misma cepa, se podrá atacar a la infección o reducir el nivel de gravedad. Aun así, los anticuerpos pueden disminuir o no influir en ningún modo si es otra cepa, por sus constantes cambios.

 

  • Causas de la gripe estacional

El aire frío que se respira permite que los virus se repliquen más fácilmente en la nariz.

Durante las estaciones de mayor prevalencia de los agentes virales, la población está más tiempo reunida en transportes públicos, lugares de trabajo, espectáculos masivos, es decir, lugares interiores poco ventilados, existiendo más contacto directo con otras personas, facilitándose la difusión de la infección.

La menor radiación ultravioleta del sol ayuda a la supervivencia de los virus.

La actual movilidad de la población por todo el planeta debido a los transportes modernos.

Las grandes aglomeraciones urbanas son un medio de cultivo idóneo.

 

Y, sobre todo, factores psicológicos como el estrés, la ansiedad y la depresión, influyen en la susceptibilidad individual al contagio viral.

Los condicionantes psicológicos afectan al sistema inmunológico, existiendo una relación directa con la contracción de esta infección.

 

FACTORES QUE INTERVIENEN EN EL CONTAGIO

Como hemos dicho, la susceptibilidad a enfermedades infecciosas respiratorias como la gripe o el resfriado común depende de factores orgánicos y psíquicos. Entre los primeros están el sexo, la genética o la edad. Sin embargo, también está fuertemente influida por nuestro estado emocional y sentimental.

Sin ir más lejos, hay evidencias de que en mujeres jóvenes que inician una relación amorosa se activan genes de inmunidad innata esenciales en la respuesta antiviral. El amor, al parecer, es un potente inmuno regulador.

Por otro lado, la hormona cortisol está implicada en una serie de funciones fisiológicas fundamentales como el ciclo de vigilia-sueño, la regulación de la presión sanguínea o el equilibrio de sales en el organismo. En paralelo a todo eso, es una hormona esencial que desencadena el estado de alarma o estrés frente a riesgos físicos o psicológicos.

¿Qué implica el estado de alarma? Principalmente la activación de mecanismos de defensa frente a peligros reales, como por ejemplo un accidente, un robo con agresión o llegar tarde a una cita profesional importante.

Pero quizás lo más interesante es que también se activa en respuesta a riesgos emocionales potenciales percibidos como una amenaza por nuestro psiquismo: dificultades para llegar a fin de mes, cumplir las expectativas en nuestro trabajo o miedo a suspender un examen. Y, por supuesto, la amenaza de una ruptura sentimental.

El cortisol tiene un efecto global sobre nuestro organismo, preparándolo para la lucha o la huida. Entre otras cosas hace que se acelere el corazón y el consumo de oxígeno, y libera glucosa a la sangre para que los músculos estén preparados para dar una respuesta frente a esa amenaza real o percibida como tal.

En paralelo, en esos trances se bloquean funciones no prioritarias, como el apetito, incluso se corta la digestión. También se inhibe la respuesta inmune, gran consumidora de recursos y energía.

El cortisol elevado por angustia vital y estrés crónico está asociado a una mayor susceptibilidad a contraer diferentes enfermedades, entre las que destacan las relacionadas con el sistema inmune y los virus. Podemos encontrar numerosos estudios que encuentran la misma relación entre estrés y la posibilidad de resfriarse.

 

CÓMO FUNCIONA LA INMUNIDAD

Según la medicina, y respecto al funcionamiento del sistema inmune, se llama huésped al humano que recibe el ataque externo, y antígeno a aquello capaz de ser reconocido como extraño y generar una respuesta de defensa. Esta respuesta se lleva a cabo en dos categorías fundamentales: inmunitaria y no inmunitaria.

La respuesta inmunitaria se caracteriza por ser una respuesta específica de antígeno, para ese antígeno concreto y, por tener memoria, es más rápida y eficaz la segunda vez.

La defensa no inmunitaria es un sistema no específico de antígeno y de respuesta rápida, y no tiene memoria.

A su vez, el sistema inmunitario tiene dos brazos ejecutores, la inmunidad humoral y la inmunidad celular.

En condiciones normales, la progresión ordenada de estos sistemas de defensa, a través de estas fases, da lugar a una reacción inmunitaria e inflamatoria bien controlada que protege al huésped del antígeno nocivo. Sin embargo, una disfunción de cualquiera de estos sistemas de defensa puede lesionar los tejidos del huésped y provocar el desarrollo de una enfermedad clínica manifiesta.

 

LA INFLUENCIA DEL PSIQUISMO EN LA RESPUESTA INMUNE

El psicoanálisis viene a decirnos que nada pasa en el ser humano sin la participación de su psiquismo, es decir, que en todas las enfermedades que la medicina considera orgánicas, con una causa orgánica determinada, aislable, medible, hubo participación del sujeto en su producción, en su permanencia y en su curación.

Hoy día, la medicina ya ha aceptado lo psíquico como etiología, como causa de lo somático, eso sí, apartándolo y relegándolo a una serie de enfermedades bajo el rótulo de lo psicosomático. Un concepto que procede del verbo somatizar, que significa convertir los trastornos psíquicos, por ejemplo la ansiedad, el stress, la depresión, en síntomas físicos, de forma involuntaria.

Pero en realidad, el asunto no se agota ahí, no se trata de lo psíquico como causa de lo orgánico, sino de que el cuerpo es un cuerpo de palabras, de que la separación entre psíquico y orgánico no pasa de ser un puro afán académico.

Esto ocurre también en la falsa división entre psicología individual y psicología social, separación también arbitraria, porque somos sujetos divididos (consciente e inconsciente), y porque siempre, desde el principio, está el otro semejante.

A lo largo de los años, hemos comprobado que, previo a la inmunodepresión, hay un factor de depresión psíquica, que influye directamente en la enfermedad, potenciando la capacidad de contagio o agravamiento de las patologías.

Del axioma “yo soy yo y mis circunstancias” ya hay múltiples evidencias médicas. Todas las enfermedades tienen factores psíquicos que afectan a su desarrollo.

 

LA EFICACIA DE LA TERAPIA PSICOANALÍTICA

Por tanto, en el tratamiento de la inmunodepresión puede tener un papel fundamental el abordaje psicoanalítico.

Esto es así, hasta el punto de que la terapia psicoanalítica tiene un papel decisivo en una de las enfermedades más importantes y extendidas, como es el cáncer.

Tratando al paciente deprimido, evitamos el desarrollo de neoplasias, pero además está ampliamente demostrado que los pacientes que ya padecen la enfermedad, toleran mejor y con menos efectos secundarios las dosis de quimioterapia y alargan su supervivencia.

Nuestra personalidad tiene mucha influencia en el desarrollo de las enfermedades:

Un sujeto que no tolera las diferencias, tan aferrado a sí mismo, que su única preocupación es destruir al otro por ser diferente, aunque sepa que en ello está el germen de su propia destrucción: es el cáncer individual, pero también es el cáncer social del racismo.

Un sujeto que no asume su ser mortal y, aunque nos parezca paradójico, es por eso que muere antes de tiempo, de un cáncer inmortal.

Un sujeto deprimido, que por haber incorporado el objeto perdido en su propio yo, en su suicidio no hace más que consumar un asesinato, está enfermo de no poder sustituir ese objeto perdido.

En todos los casos, la manera de ver la realidad influye directamente en la salud de cada sujeto.

Por eso es de vital importancia contratar una terapia psicoanalítica cuando nuestra salud orgánica está dañada. Aunque sea una simple gripe, es útil conocer los mecanismos psíquicos que nos llevan al contagio y poder reforzar nuestra inmunidad. Ya que, como hemos dicho, nuestro cuerpo es un cuerpo de palabras.