Los afectos en las Navidades

 

 

Apenas faltan unos días para la Navidad y el cambio de año, unas fechas en que los afectos se ven aumentados y, muchas veces, no entendemos por qué ocurre esto, aunque lo padecemos.

Es importante que nos demos cuenta de los mecanismos psíquicos que nos hacen sentir las cosas de esa manera, porque podríamos analizarlas y, con ello, hacer que todo fluyera de manera menos agresiva, más amable para nosotros y para los que nos rodean.

Vamos a ver qué cuestiones nos implican en estas fiestas y cómo podemos gestionarlas de forma que no nos hagan daño ni perjudiquen a los demás.

 

LA NAVIDAD

 

La Navidad es una fiesta en la que se reúne la familia que, en muchos casos, no se ve muy a menudo durante el resto del año. Tradicionalmente se piensa como un periodo de felicidad y alegría, de buenos deseos y sentimientos amigables y pacíficos. Es decir, el famoso “espíritu de la Navidad”.

Pero eso es a nivel teórico, no todo el mundo comparte esa manera de vivir las fiestas: hay personas que la aman y otras que la odian. Y éste último es un fenómeno cada vez más común, hasta tal punto que algunos hablan del “síndrome de las vacaciones de Navidad”.

Durante esta época, se suman varios factores que nos afectan a nivel psíquico, alteran nuestro estado de ánimo y pueden provocarnos reacciones a nivel orgánico o sentimientos de tristeza, melancolía, estrés, ansiedad, etc.

Entre esos factores están cambios abruptos en la rutina alimenticia y de sueño, vacaciones obligatorias para algunos (o más trabajo para otros), encuentros familiares inevitables, excesos en la bebida, cambio del ritmo diario, etc. Pero también tenemos que tener en cuenta los afectos que, de manera más intensa, afloran en estos días.

Uno de los sentimientos recurrentes en la Navidad es la nostalgia, que es un afecto muy común estos días. Para el sujeto se acentúa el sentimiento de pérdida, de cualquier tipo, ya sea de añoranzas del pasado, el recuerdo de familiares fallecidos, etc. Hay un renacer del duelo por esas pérdidas que puede enturbiar nuestra manera de vivir las fiestas.

El duelo es un estado que se podría llamar normal, no patológico, y se manifiesta de manera semejante a la melancolía. La diferencia, dice Freud, es que el duelo se produce por la pérdida real de un objeto amoroso, por ejemplo, la muerte, la separación, es decir, que en el duelo lo que pierdo es eso y sé lo que he perdido.

Es un estado pasajero, que generalmente desaparece al cabo de un tiempo, lo que lo diferencia de la melancolía o depresión.

Todas estas emociones y afectos tienen lugar en un periodo de tiempo de tan solo dos semanas. A muchas personas se les pueden hacer muy largas, y para otras pasan muy deprisa.

 

En estas fechas tan intensas, es importante poder hablar de nuestros sentimientos con un profesional, para que no nos estropeen las fiestas ni las estropeemos a los demás y para poder vivir esos días con alegría.

 

EL CAMBIO DE AÑO Y LOS PROPÓSITOS PARA EL NUEVO

 

Se acaba el año y comienza otro nuevo, y esto marca un final, no sólo cronológico, sino también simbólico. Es frecuente que entremos en una carrera contra reloj para terminar todas las cosas que hemos comenzado, como si sintiéramos que no nos queda tiempo, con lo cual aumentamos el nivel de estrés, que ya suele ser elevado en estos días.

Debemos tener en cuenta que cualquier situación que implique una puntuación en la vida, como es la nochevieja, el final de año, puede aumentar la tristeza porque nos sentimos frágiles, desprotegidos. Es como si sintiéramos que ese final es una pequeña muerte, y nos recuerda que nosotros también vamos a morir, a desaparecer.

El contrapunto a ese final es el comienzo del año nuevo, para el que, generalmente, hacemos una lista de proyectos, planes, propósitos, con el firme propósito de llevarlos a cabo

Es como si quisiéramos empezar de cero, como si cambiar el calendario equivaliera a dejar en el pasado todos los errores y poder -ahora sí- cumplir con todo eso que deseamos y que hasta ahora no hemos podido hacer.

Los propósitos más comunes son auténticos clásicos: bajar de peso, hacer deporte, ahorrar dinero, dejar de fumar, etc. Aunque cada uno tiene sus propios retos, su particular manera de programar cambios.

Pero casi todos sabemos que es difícil cumplir con esos propósitos, entre otras cosas porque son cambios muy radicales y muchas veces no estamos preparados para afrontarlos.

Quizá sería más conveniente tomar esas decisiones después de haber analizado seriamente nuestros motivos para hacerlo, las implicaciones afectivas que conllevan y la mejor manera de llevarlas a cabo, para lo cual la terapia psicoanalítica es una ayuda efectiva.

Para el sujeto psíquico, haber superado ese punto final, la nochevieja, y verse en el nuevo año es como una pequeña inmortalidad, en el sentido de que ese momento no ha sido el final de su vida. Quedan otros 365 días hasta llegar a las siguientes fiestas navideñas y un montón de cosas por vivir.

 

CÓMO MANEJAR LOS AFECTOS EN NAVIDADES

 

En Navidades no sólo se dan excesos con la comida y la bebida, sino también a nivel afectivo y emocional. Y hay que tener mucho cuidado con estos últimos, pues generan perturbaciones difíciles de controlar.

Demasiado amor o demasiado odio son posiciones que en nada ayudan a las relaciones humanas, por el contrario, nos ciegan de manera que no vemos al otro que tenemos enfrente y corremos el riesgo de querer que los demás se comporten como nosotros.

La terapia psicoanalítica es un instrumento eficaz para reconducir las relaciones con la familia, permitiendo al sujeto reconocer su propia hostilidad frente al otro, el deseo de imponer su manera particular de concebir la realidad.

Con psicoanálisis, podemos liberarnos de la tiranía que nos imponen esos sentimientos y que somos incapaces de detectar sin ayuda.