PASAMOS GRAN PARTE DEL DÍA EN EL TRABAJO
Debemos tener en cuenta que la mayor parte del día, de la vida, la pasamos en el trabajo, y los compañeros suelen formar parte de nuestro día a día más que cualquier otra persona.
Normalmente se tiende a justificar desde fuera de uno las malas relaciones con los compañeros; por ejemplo, se alega el exceso de trabajo, el estrés, la presión de los jefes, etc. Todo eso hace que el clima laboral se altere y aparezca la agresividad y nos volvamos irascibles.
Hay conflictos internos que, a veces, no están resueltos o que no son tenidos en cuenta de una manera significativa, ya que nos hacen proyectar hacia las personas que nos rodean, compañeros o jefes, los conflictos que no sabemos resolver.
¿QUÉ SON LAS MALAS RELACIONES ENTRE COMPAÑEROS?
Cuando hablamos de malas relaciones, imaginamos a los compañeros todo el día discutiendo o malmetiendo, interrumpiendo el trabajo, criticando al jefe, sintiendo hostilidad hacia los compañeros, provocando enfrentamientos. Incluso podemos llegar a hacer algo mal a propósito (sin saberlo) para que el otro no se beneficie de nuestro trabajo, para sabotear un proyecto, para que las cosas no salgan bien.
Aunque, a veces, estas actitudes no siempre son muestra de una mala relación. Nos podemos llevar fenomenal con los compañeros de trabajo, pero a la vez ser totalmente improductivos.
Hay comportamientos más sutiles, pero que también muestran una mala relación. “Yo acaparo todas las tareas y no dejo que nadie haga nada, porque yo soy el único que sabe hacer las cosas”. Detrás de esta actitud, en muchos casos, puede estar la envidia hacia el otro, que es más joven, que tiene que crecer, hacerse como trabajador, porque no hay nada dado en el ser humano. Todo hay que hacerlo, todo hay que construirlo, siempre, en todo momento. Todos tenemos que hacer el trabajo de ser trabajadores, todos los días. Sólo soy un trabajador si hago el trabajo, si dejo de hacerlo, dejo de ser trabajador.
Solemos vivir un mundo psíquico concreto y, al encontrarnos con el mundo real, material, ponemos en acto esas cuestiones que nos pasan en nuestro mundo psíquico. Esto tiene repercusiones en la vida profesional, personal y social. Hay que leerlo desde ese lugar, es decir, que, si hay algún tipo de problemática en la vida social o laboral, hay que hacer una revisión del mundo psíquico personal.
CÓMO LO PLANTEA EL PSICOANÁLISIS
Desde el psicoanálisis, le damos la vuelta a esto porque no hay nada fuera del sujeto una reacción agresiva o una mala contestación, sólo es así cuando uno está agresivo previamente, padece mal humor o un conflicto interior que no le permite relacionarse de forma fluida con los compañeros.
Cuando tiramos balones fuera, en el sentido de atribuir a causas externas nuestras malas relaciones, somos muy causalistas. El psicoanálisis nos enseña que la causa de nuestros problemas con los demás hay que buscarla en motivos inconscientes internos, en nosotros mismos.
A la hora de ver este tipo de conflictos, tenemos que saber que en el psiquismo humano hay dos planos: uno de contenido manifiesto y otro de contenido latente. Lo manifiesto es lo que vemos, es del orden de la múltiple determinación, y lo justificamos desde la realidad que vemos: estoy estresado y me porto mal o estoy agresivo y te hablo mal. O vemos dos compañeros que discuten, se dan malas contestaciones, no se soportan, a la mínima saltan, etc. Eso es lo que se ve, lo observable, lo manifiesto.
Pero además está lo latente, donde quizá precisamente esa hostilidad que tenemos frente al compañero, esa agresividad, puede esconder en nosotros un amor no confesado, no tolerado.
Es decir, lo latente sería lo que no se ve, pero que ha producido esa situación observable, manifiesta. Y sólo podemos descubrirlo si hacemos un trabajo con el método psicoanalítico en la empresa, para que vayan aflorando esas cuestiones latentes que están produciendo la situación de mala relación entre los compañeros.
Eso que no se ve es la verdad del sujeto. Es lo que verdaderamente le está pasando, no lo que manifiesta que le pasa, sino lo que psíquicamente se está produciendo.
En general, los seres humanos no queremos saber de nuestra propia verdad, huimos de ella. Por eso, se suelen atribuir estas cuestiones al exterior: es el otro el que me mira mal, es un antipático, un maleducado. Esto es así porque es más costoso mirar en el interior de cada uno, requiere un trabajo. Pero, sin embargo, lo que se puede transformar es uno mismo, al otro no lo podemos transformar.
EL PAPEL DEL INCONSCIENTE EN NUESTRAS RELACIONES
Eso que está en uno y no se ve es común a todos los seres humanos y se llama inconsciente. En esa instancia inconsciente, hay, en todos nosotros, relaciones hostiles y relaciones sensuales o eróticas que están reprimidas, porque tienen que estar reprimidas. Cuando no estamos conformes o tenemos conflictos con esas pulsiones que están todo el tiempo funcionando a nivel psíquico, se generan conflictos en la realidad.
Por ejemplo, en todos están reprimidas (es decir, se han hecho inconscientes) ciertas tendencias hostiles hacia el padre, hacia esa figura de autoridad, porque fue el primero que nos puso límites cuando éramos niños y nos prohibió ciertas cosas.
Eso está reprimido, olvidado, es inconsciente, pero en el adulto pueden producirse ciertos procesos de desplazamiento en el ámbito laboral: no soportar al jefe, tener hostilidad hacia él. Esa situación hunde sus raíces en aquel conflicto inconsciente, en esos sentimientos reprimidos, pero que ahora se manifiestan de esa manera. Del mismo modo, la rivalidad con los compañeros puede ser un desplazamiento de los celos entre hermanos.
A todo el mundo le pasan estas cuestiones, y muchas veces lo proyectamos en los otros. No lo veo en mí, pero lo veo en el otro. Yo soy perfecto y es el otro el imperfecto.
Si no puedo tener mayores, no voy a poder tener iguales. Si no hay una ley que regule las relaciones, no puedo tener relaciones, ni con mayores ni con iguales ni con menores. Y tampoco puedo dejar a otros que crezcan, ni siquiera puedo crecer yo.
Es decir, no puedo tolerar que haya compañeros diferentes a mí, cada uno con su camino, su función, su trabajo. Ni puedo tolerar que haya superiores, en el sentido de que son los que marcan por dónde debe ir la empresa, la tarea o el proyecto. Esto es muy importante para las relaciones horizontales y verticales.
También hay que tener en cuenta las cuestiones narcisistas. Hay gente que entra en una empresa que ya está formada y funcionando, y siente que es él quien va a salvar a la empresa o el que va a hacer que sea productiva. En esa fantasía, niega que ya existía y funcionaba antes de él. Ahí intervienen los celos, hay que poder tolerar que las cosas existen y funcionan antes de uno y que, más allá de uno, van a seguir existiendo y funcionando.
Cuanto más tolero esas tendencias en mí, más puedo relacionarme con los otros seres humanos. Todos somos diferentes, todos somos distintos, tenemos impulsos distintos, gustos distintos, formas de trabajar y de decir distintas. A veces pensamos que el otro nos habla mal, pero quizá es su forma de hablar. Y tampoco debemos sentirnos ofendidos porque nos ponen mala cara, es una cuestión del otro.
El jefe, director o coordinador tiene que saber de estas cuestiones, porque cuando se presenta una situación de hostilidad entre compañeros convendría poder escucharlo desde otra perspectiva, con la ayuda de un profesional en psicoanálisis que pueda arrojar luz sobre lo que realmente ocurre.
EN EL TRABAJO TAMBIÉN SOMOS SERES HUMANOS
Tendemos a creer, e incluso a potenciar, que cuando trabajamos dejamos de ser seres humanos. Lo vemos como algo ideal, pero no es lo que ocurre en realidad. Al trabajo vamos con nuestra carga emocional, con nuestros afectos y sentimientos.
Lo que debemos saber es que no podemos abandonar dicha humanidad, que somos sujetos divididos. Como hemos dicho, además de la conciencia, nuestro aparato psíquico tiene otro sistema con el que convive y que denominamos inconsciente.
Lo más impactante de esta división es que la conciencia está determinada por lo inconsciente y, si no aceptamos su participación simultánea con la conciencia, jamás podremos llegar a la aceptación de determinadas tendencias que generan, produciendo efectos sorprendentes en nuestra vida. Si no reconocemos nuestras tendencias inconscientes, nos resulta imposible reconocerlas en los otros.
Los celos, la envidia, la hostilidad, la culpa, el deseo sexual hacia quien no corresponde… Todo está ahí, pero, si uno lo sabe, puede hacer otra cosa con ello, evitar que sea un impedimento. Cuando no lo sabe y no entiende lo que le pasa, y si se suman ciertas tendencias en contra de la empresa, utiliza esas cuestiones precisamente en contra de la empresa. No es algo consciente ni voluntario, es del orden de lo inconsciente. No hay mala fe, es decir, si en el plano inconsciente estoy malhumorado con la vida, también lo estoy con mi trabajo, porque forma parte de la vida.
Siempre están esos dos planos actuando simultáneamente: lo consciente y lo inconsciente. Cuando hay una relación de hostilidad entre compañeros, hay que preguntarse, hay que ir a ver qué ocurre en lo inconsciente.
Podemos realizar un acto considerando que es beneficioso, pero, justamente, a la vez fastidiar a alguien. “Yo lo hago por su bien”, dicen. Si termino haciendo el trabajo del compañero, no le dejo aprender o dejo de hacer el mío. Esa cuestión de ayudar al otro es un poco agresiva, ya que hay que acompañar al otro a que aprenda a hacer las cosas, no hacérselas.
QUÉ DEBE HACER LA EMPRESA
Es de vital importancia para la empresa estar pendiente de estas cuestiones, porque es algo que puede ser resuelto fácilmente, si lo tenemos en cuenta. Si no se tiene en cuenta, se puede expandir y generar un mal clima en todo el equipo de trabajo. Incluso puede repercutir en la producción, en el rendimiento y hasta en la productividad de la empresa.
Al ser asuntos inconscientes, pasan desapercibidos, y esto ocurre porque no se les ha puesto palabras, no se ha hablado sobre ellos y, sin embargo, están pasando, todos los días, en la empresa. Cuando se realiza un trabajo psicoanalítico, estas cuestiones afloran y ahí sí se puede trabajar con ellas. Se pueden discriminar, sistematizar y modificar. De lo contrario, van a permanecer y tener un fuerte impacto en la productividad empresarial.
Desde el punto de vista de la empresa, una mala relación va a ser aquella que va a afectar a la productividad, al rendimiento. Estar todo el día conversando o abandonar el puesto de trabajo para ir a tomar algo como excusa para charlar nos hace creer que, aparentemente, nos llevamos bien con todo el mundo, pero, sin embargo, hay algo que hace que no fluyan los proyectos. Y esto, también, tiene una repercusión negativa.
En ocasiones, también puede darse la situación contraria, que yo no me lleve bien con mis compañeros, pero a nivel laboral congeniamos, somos productivos. No hace falta estar de acuerdo en todo con los compañeros para poder hacer que el trabajo salga adelante y bien.
Lo importante es estar de acuerdo con el proyecto empresarial, con la tarea, con el líder o el pensamiento que lidera el trabajo de cada uno, aunque después entre ellos se lleven regular o no piensen igual, no coincidan en la manera en que hay que hacer las cosas. Eso es indiferente para la empresa, siempre y cuando haya esa alineación con el proyecto.
Podemos hablar de una cuestión cuantitativa en las malas relaciones: desde no saludarse por las mañanas hasta verdaderos conflictos que salpican a la empresa. Cuando esto ocurre, el problema se lleva a órganos más elevados para poder llegar a una resolución del conflicto.
Y ocurre que, normalmente, el director, el jefe o coordinador del equipo solamente ve lo manifiesto. ¿Para qué es fundamental la escucha de un profesional? Para poder llegar a interpretar lo latente; lo que provoca esa situación en la realidad, pero que lo que está pasando es otra cosa en cada sujeto, individualmente.
Es fundamental que un profesional pueda, con su escucha especializada, interpretar esta situación y leer cómo se ha llegado al problema para poder transformarlo.
Ocuparnos de nuestros asuntos es ocuparse de los otros. Ocuparse de uno mismo, de descubrir esos procesos inconscientes en uno es ocuparse de los demás. Mucho más que estar pendiente todo el tiempo del otro, a ver qué hace o qué no hace. Al final, el otro siente una especie de control sobre él, se pone nervioso porque le están vigilando y uno mismo termina siendo más un controlador que un compañero o un jefe.
Para los coordinadores, jefes, directores, esto es muy importante. Aplicando en ellos el método psicoanalítico, van a conseguir más para el equipo que haciendo esa tarea de control para intentar solucionar la situación. De esta manera se ejerce más represión sobre esos procesos inconscientes, que van a buscar la manera de expresarse de un modo u otro.
En las empresas hay una línea horizontal y otra vertical, y cuando se ve interrumpida la tarea tiene más que ver con los jefes que con los compañeros.