QUÉ ES EL MIEDO AL CAMBIO
El miedo al cambio, o neofobia, es una respuesta emocional, natural, que muchas personas vivenciamos cuando tenemos que vivir situaciones nuevas, y nos enfrentamos a cosas que no habíamos experimentado antes. Esta reacción emocional puede variar de una persona a otra, pero las más comunes incluyen la ansiedad, el miedo, la preocupación y la resistencia.
A los seres humanos, lo diferente, lo desconocido, lo nuevo puede producirnos rechazo e, incluso, miedo. Y es que cualquier cambio nos saca de la llamada “zona de confort”, ese lugar donde estamos seguros y tranquilos. Salir de la rutina a la que estamos acostumbrados implica novedad, nos expone a situaciones diferentes en las que podemos sentirnos vulnerables.
Ese miedo al cambio suele estar relacionado con los desarreglos que los nuevos conocimientos, las nuevas situaciones, producen en el pensamiento, y se manifiesta, generalmente, como temor al fracaso, a la pérdida, a no saber cómo afrontar los nuevos escenarios que nos toca vivir.
En resumen, todo aquello que se salga de lo que consideramos establecido, muy frecuentemente despierta el miedo al cambio, en todos los ámbitos de nuestra vida.
CÓMO INFLUYE EL MIEDO EN NUESTRA REALIDAD
El miedo influye directamente sobre nuestro psiquismo y también sobre nuestro organismo.
A nivel orgánico, el miedo produce cambios inmediatos en nuestro cuerpo: se incrementa el consumo de energía celular, aumenta la presión arterial y los niveles de azúcar en sangre, y debilita las defensas y el sistema inmune, que es el que nos protege.
A nivel psíquico, el miedo hace que el sujeto pueda sentirse atascado, estancado en una realidad que no le satisface y de la que no puede salir. Esto conlleva una sensación de ansiedad y una gran preocupación por lo que sucederá en el futuro, que puede derivar en una excesiva necesidad de control respecto a lo que ocurre a su alrededor.
Por otro lado, también puede condicionar la toma de decisiones en nuestra vida diaria, tanto a nivel personal como laboral. Cuando nos enfrentamos a situaciones nuevas o inciertas o debemos decidir algo, tenemos que poder soportar el desequilibrio que ello nos produce y actuar de la manera más conveniente para nosotros mismos.
El miedo es inherente al ser humano, y precisamente por eso hay que tenerlo muy en cuenta, aunque no necesariamente es algo a eliminar, también puede ser de utilidad. Frente a una situación nueva puede aparecer angustia, que es la señal de que hay que prepararse, transformarse. El miedo nos indica un deseo y avisa de que hace falta una transformación. Hay personas que no tienen herramientas frente a esa angustia y ese miedo, no saben cómo superarlo, qué hacer, cómo gestionarlo.
A veces, el miedo aparece para evitar la angustia, es un mecanismo que provoca una evitación. Evito ciertas acciones, y lo que quiero evitar es la angustia que siento al encontrarme en esa situación. Es decir, tengo miedo y así evito la angustia.
Por eso es importante contar con la ayuda de un profesional que nos ayude a discriminar fantasía de realidad, para poder minimizar los efectos negativos del miedo.
CÓMO PODEMOS MODIFICAR LA SITUACIÓN
Es necesario saber qué nos pasa frente a los cambios y cómo poder enfrentarnos a ellos de forma natural, como algo bueno, beneficioso. Realmente todo cambio es una oportunidad para crecer, para desarrollarnos, sentirnos mejor con nuestro entorno, nuestra realidad. A veces asociamos los cambios a épocas de crisis, porque uno abandona algo para incluirse en otro lugar, y eso genera una cierta tristeza, un cierto malestar emocional.
Es por eso que, frente al cambio, uno siempre pierde algo, porque tenía una manera de pensar, un modo de hacer, de realizar las actividades, de gestionar el tiempo. En esa situación, el sujeto tiene que ser otro, transformar algo, cambiar un pensamiento, su manera de hacer las cosas. Hay que abandonar algo, pero, al mismo tiempo, se abre una puerta hacia lo desconocido, hacia lo nuevo. Es un crecimiento necesario que hay que poder gestionar de manera satisfactoria.
No hace falta que sean grandes los cambios, a veces las pequeñas modificaciones también implican situaciones muy complejas que hay que saber gestionar. Y es que, generalmente, hay un mayor número de pequeños cambios que de grandes cambios en nuestra vida. Y, además, son más verdaderos, porque un pequeño cambio implica un pequeño desvío, pero justamente ahí surge el crecimiento.
Tolerar el éxito es lo que más nos cuesta a las personas, al contrario de lo que se suele creer. Para el sujeto psíquico, tolerar el crecimiento personal y el éxito es más difícil, porque supone nuevas responsabilidades y, además, hay que mantenerlo.
Es notable cómo reaccionan los otros frente al cambio de uno. Hablamos de las personas que se psicoanalizan y ahí comienzan a cambiar; cambian sus relaciones, sus puntos de vista, su manera de trabajar y, normalmente, es para mejor. Aunque tenga que abandonar algunas relaciones, o transformarlas, todos los que rodean al sujeto se benefician cuando éste comienza a psicoanalizarse. Porque, cuando uno está en análisis, lo que ocurre es que todo fluye con mayor normalidad, el sujeto se hace más normal.
El miedo a los cambios también puede ser un deseo, pero el miedo en sí mismo frena el cambio. Hace falta que el sujeto se psicoanalice para poder aceptar la realidad de esa modificación sin angustia ni detención.
Es necesario realizar un trabajo para cambiar, no es magia, el éxito no lo regalan. Hay varios deseos en cada uno y son contradictorios, eso es lo que frena, lo que dificulta. Y lo que creemos que deseamos no es lo que deseamos. A veces coincide, pero otras no. La realidad es que lo que le pasa al sujeto es lo que realmente desea.
Conviene analizarse para dejar de creer que el mal sólo viene de fuera, también hay un mal y un bien que vienen de uno mismo, porque, como hemos visto, a veces uno no trabaja a su favor, trabaja en su contra.
EL MIEDO AL CAMBIO EN EL TERRENO LABORAL
Es importante para las empresas hablar del miedo a los cambios y de cómo afrontarlo. Es un tema amplio y habitual, porque pasa en todas las empresas cuando tienen que asumir un cambio, ya sea tecnológico, de estrategia, de política de empresa, de objetivos, de jefes o de personal. Se da habitualmente, y más en épocas de crisis donde, a veces, las compañías tienen que cambiar de cúpula, de dirección.
Hay algo de uno que se pierde, algo hay que abandonar para incluirse en una nueva etapa, en un nuevo proceso, en un nuevo momento empresarial y personal. Es decir, un cambio, aunque sea exterior al sujeto, implica una transformación del propio sujeto y, además, una transformación del equipo.
El sujeto nunca es individual. Somos sujetos sociales, grupales, y en todas las empresas hay grupos humanos que se tienen que poner de acuerdo en algo, aunque en apariencia se lleven mal. Aunque sólo sea en que hay que cambiar. Es posible que no nos llevemos bien con los compañeros, pero si estamos de acuerdo en el proyecto, éste va a salir.
Los cambios pueden venir de cualquier lado e influir en toda la estructura empresarial. A veces, cuando las empresas cambian todo es para que todo quede igual, no ha habido realmente cambio. Un pequeño cambio puede ser más importante y afectar más al entorno laboral. Es como un nuevo comienzo, porque hay que reajustar los lugares, las funciones, los ritmos de trabajo.
Otra modalidad de cambio es cuando hay incorporaciones de nuevos trabajadores, hay que tolerar que haya diferencias, tolerar los tiempos de esa nueva persona que entra en el equipo. Poder admitir que el nuevo trabajador incluya herramientas más novedosas para facilitar la vida al resto de compañeros, aunque en un primer momento las vean como un ataque.
Normalmente ocurre que los cambios en las empresas vienen de fuera del sujeto y éste se tiene que adaptar, pero también el cambio puede partir de uno mismo. Puede ser que el trabajador quiera transformarse, en el sentido de crecer dentro de la compañía. Eso también pasa y repercute en la empresa. Cuando uno cambia, todo lo que está a su alrededor de alguna forma recibe la “onda expansiva” de ese cambio, y unas veces esa transformación es bien recibida, pero otras no.
Dentro de los cambios que pueden darse en la plantilla de las empresas, está la renovación de los jefes, cuando cambia el director y quiere revolucionarlo todo. ¿Cómo vamos a ver eso como un problema? Al contrario, tenemos que verlo como una oportunidad. ¿Qué ocurre? Que nos saca de nuestro principio de placer, de nuestra zona de confort, como se suele decir. Pone a funcionar al equipo de otra manera y, en vez de tomarlo como una posibilidad de crecimiento, lo tomamos como un problema, como un ataque.
Primero hay que ser normal para luego poder hacer cosas novedosas, para ser especial. Esto es algo que cuesta entender. Hay muchos trabajadores que quieren ser especiales, quieren aportar algo diferente a la empresa, traer lo que ellos creen que va a salvar la empresa. Eso hace que se trastoque el ritmo habitual, cosa que a veces viene bien y otras no, porque ya funcionaba de alguna forma. Y si algo funciona, no hay que tocarlo, es justo lo que no hay que cambiar.
EL PSICOANÁLISIS EMPRESARIAL
Es muy beneficioso que las empresas decidan aumentar los encuentros psicoanalíticos y sus supervisiones con los equipos de trabajo cuando empiezan a crecer y a tener éxito, porque se dan cuenta de que, si lo hacen, se van a proyectar mucho más en el mercado y en el sector. No es necesario estar en constante crecimiento, pero es tan satisfactorio que cuesta trabajo renunciar a ello.
Si no se tienen los instrumentos para afrontar una situación de cambio, los trabajadores pueden hasta enfermarse. Muchos casos de bajas por depresión tienen que ver con esa incapacidad para gestionar los cambios. Pueden incluso llegar a padecer enfermedades psicosomáticas para evitar acudir al puesto de trabajo y la tensión que ello les produce.
A veces, lo que hace falta en las empresas es más iniciativa, más creatividad… Hay trabajadores que desarrollan su actividad de manera pasiva, esperando que les digan lo que tienen que hacer. En esas situaciones, debería intervenir la empresa, pues es su responsabilidad dejar crecer a los empleados, dejar hacer a los trabajadores, dejar que se equivoquen… Todo ello forma parte del proceso de formación y desarrollo de la compañía.
Cada empresa es un mundo, hay que analizarla por separado. Hay empresas que necesitan un cambio total y otras que sólo necesitan pequeños ajustes. Y para poder discernir la magnitud de las modificaciones, lo que conviene cambiar y lo que no, es necesario tener en cuenta el material humano que constituye los equipos de trabajo. La escucha y el trabajo de un psicoanalista es una manera eficaz de acercarse a esa realidad.
La empresa es una estructura tan compleja como un ser humano, o más. Y en el ser humano la revolución total tampoco es verdadera, no consigue efectos duraderos. Tienen más importancia y eficacia las cuestiones sutiles, las pequeñas modificaciones en la manera de actuar, de pensar las cosas. Pues en las empresas ocurre algo similar, esos pequeños ajustes cambian totalmente los resultados.
Siempre tiene que haber una mirada exterior, un profesional que escuche la situación empresarial y que actúe en relación a lo que ocurre.
El cambio no se tiene que imponer, se tiene que producir. Y para ello, proponemos el instrumento psicoanalítico, porque no es que solamente el jefe sepa hacia dónde quiere ir y diga “esto es así”, no. Muchos cambios son buenos, también para los trabajadores, pero simplemente por el hecho de que es un cambio, una transformación, aparece una resistencia.
Ambivalencia tenemos todos, hay amor y odio. Las relaciones, también las laborales, se asientan en esa dualidad. El trabajo individual que cada uno tiene que hacer es valorar qué es lo que le ocurre frente a esa novedad que se presenta. De alguna forma, es lo que va a facilitar o a dificultar los cambios, la aceptación de esa nueva realidad.
La genialidad del psicoanálisis es que permite hacer, de un problema, una ventaja. Es decir, el trabajo psicoanalítico en las empresas puede revertir una mala situación laboral, transformándola en una fortaleza que mejore la productividad, la competitividad en el mercado, los resultados y el clima entre los trabajadores.
Cuando uno está dirigido, cuando hay límites, no existe el miedo. Cuando hay una dirección, hay ley, hay padre, el miedo no comanda la vida del trabajador. Puede aparecer por instantes, pero no va a determinar toda la vida. Estar en una empresa donde hay una ley es fundamental para el buen funcionamiento de las emociones, tanto de los trabajadores como de los jefes y directivos.
Existe el miedo a los cambios y también hay en todo sujeto resistencias frente al crecimiento personal, a ser otro diferente al que se era. Esas resistencias suelen venir de pensamientos de la infancia o de frases familiares, porque pensar como la familia da una posición, una seguridad. Pero ahora está en otro plano, en otro mundo. Ya no es lo que dijo papá o mamá, es lo que está diciendo el jefe, la empresa, la política de empresa. Eso implica otra transformación, para la cual es necesario el psicoanálisis, solo no se puede.
Humanizar las empresas tiene múltiples beneficios, produce otros resultados. Además del aumento de la productividad empresarial, hace que los trabajadores sean más creativos, con más iniciativa, más humanos. No es incompatible.
Angustia sentimos todos frente al cambio, incluso ante la hoja en blanco. Es necesaria, aunque padecerla en el cuerpo es patológico, pero la angustia es vital.
Hay que estar dispuesto a trabajar, a transformarse, conocerse, aceptarse y poder ejercer ese cambio necesario en uno sin miedos, o sin tener en cuenta los miedos. No es que los miedos no vayan a existir por el hecho de psicoanalizarse, pero se pueden afrontar de manera más segura. Y los resultados van a ser diferentes, aunque sea el mismo trabajo.
El psicoanálisis es un beneficio, si uno se anima a hacerlo. La humanidad del ser humano depende de cada uno. La aceptación de la ley edípica es la humanización que nos hace falta, no nos la tiene que dar la empresa.
Solamente en psicoanálisis se puede interpretar el deseo. Lo que le pasa a cada uno es lo que desea, pero si lo quiere transformar, tiene que ser en análisis. Y es que lo que decimos sobre nuestra propia vida también es importante.
Hay que aceptar lo que uno tiene y disfrutar de ello. Solo a partir de ahí se puede avanzar realmente. Si no aceptas tu vida, no la puedes transformar.