¿Es productiva la competitividad?

QUÉ ENTENDEMOS POR COMPETITIVIDAD

La competitividad empresarial se define como la capacidad de una empresa para hacer rentable su negocio gracias a la implementación de estrategias que supongan una ventaja competitiva respecto a sus rivales en el mercado. La competitividad, a nivel del sujeto, sería la capacidad que posee un individuo para colocarse por delante de sus competidores, consiguiendo una mejor posición frente a ellos.

Como vemos, ambas acepciones implican un proceso comparativo con los rivales. Pero hay que aceptar que la competitividad es algo que tiene que ver con uno mismo.

Lo que pasa es que no se puede sin el otro. Es con uno mismo, pero no se puede sin el otro. El otro siempre forma parte de cada uno. Aunque sea una competencia que yo tengo que gestionar como algo propio, siempre va a ser frente a otro. Si no hay otro, no hay competencia y, como no es posible que no haya otro, siempre hay competencia.

Hacer que toda la plantilla, directivos y empleados, sean más competitivos supone aceptar la competitividad en uno mismo. Pero podríamos preguntarnos: ¿hay que fomentar la competitividad entre los empleados? ¿Es algo productivo o improductivo? Podríamos decir que la competitividad es algo que se juega en las relaciones intersubjetivas de cada sujeto, puesto que se trata de ser mejor que uno mismo.

Cada jefe, cada empleado, cada ser humano tiene su propio camino, por lo que no podemos superar al otro; cada uno está en caminos diferentes. Lo que ocurre es que, cuando uno mira al otro, ve un ser completo y cuando se mira a sí mismo se ve fragmentado. Esto produce agresividad, rivalidad con la persona que tengo enfrente: el cliente, el compañero, el jefe, etc., pues al otro le usamos de espejo. Eso que no podemos ver en nosotros mismos porque somos incompletos, lo vemos en el otro y, por tanto, atribuimos que el otro es completo.

Cuando uno está frustrado, en el sentido de que no está haciendo lo que le gustaría o lo que debería hacer, o no consigue los objetivos planificados, y ve que el otro sí está haciendo ese trabajo, se establece la competencia. Esto es resultado de un proceso de identificación narcisista, puesto que se trata realmente de algo que se juega en uno mismo.

 

¿TENEMOS EN CUENTA LAS DIFERENCIAS?

Cada empresa es diferente. Hay que estudiar el tiempo de la empresa y el momento en que se encuentra. Eso es fundamental. Del mismo modo, hay que saber que cada trabajador es diferente.

Que la empresa sea competitiva en el mercado va a tener mucho que ver o, dicho de otro modo, en función de eso va a producir sujetos competitivos o no. Competitivos entre sí, en ese deseo de crecimiento de superarse a sí mismos y de ser mejores, como trabajador, como persona. En definitiva, cada trabajador tiene su camino profesional que, aunque sea semejante a otros caminos, siempre va a ser diferente.

Esta es una operación muy importante y que los directivos deben tener en cuenta: la aceptación de las diferencias, que es aceptar que los trabajadores son semejantes, pero diferentes.

Por eso no se puede tratar a todo el mundo por igual. En un equipo de trabajo competitivo, cada miembro va a ser bueno en una cosa distinta, incluso los dos que son buenos en la misma actividad van a ser diferentes. Por eso es necesario tolerar que uno mismo es diferente a cada una de las personas que nos rodean; incluso en el mismo día podemos ser diferentes a nosotros mismos.

Por ejemplo, puede que ayer no supiéramos hacer una tarea o la hicimos mal y hoy, gracias a que nos lo han interpretado o a que otro compañero ha dado un paso en su camino, se ha abierto una nueva posibilidad en nosotros. Hemos visto algo que nos ha dado una clave que antes no teníamos y que ahora podemos aplicar en nuestro trabajo. Esa es la ventaja de los grupos competitivos.

Como en los equipos de fútbol, donde cada uno es bueno en su posición, en su lugar, pero todos persiguen el objetivo grupal: ganar el partido sea quien sea el que marque, pero colaborando todos para conseguirlo.

 

EL PAPEL DE LA DIRECCIÓN

Hay una cosa muy importante que no se tiene en cuenta, quizá lo más importante a la hora de construir una empresa competitiva, y es trazar una ley corporativa, donde haya pactos que han de ser cumplidos. Si hay una ley, el que se la salte tiene que ser detectado y tratado, no sancionado. Hay que ver qué está pasando en ese sujeto que le hace no respetar la ley. La ley es la que va a regular la competencia. Si yo respeto la ley corporativa, puedo ser libre, ejercer con toda mi energía el desarrollo de mi trabajo, siempre que haya límites.

Los límites vienen a tranquilizar, a indicar lo que se puede y lo que no se puede, son pacificadores. Si una persona que no tiene límites entra en una empresa con límites, allí va a adquirirlos. Es el grupo el que produce a los sujetos. Es la empresa la que produce a los trabajadores, no los trabajadores a la empresa.

Por eso es muy interesante que los directivos en las empresas sean los que tengan los límites bien establecidos. Ellos son el pensamiento de la empresa, los que establecen la estrategia, los que primero tienen que cumplir los la ley. Ocupan lugares de transferencia y generan el deseo de identificarnos con ellos.  Es decir, si el líder está correctamente posicionado frente a la ley empresarial, produce sujetos bien posicionados frente a la ley empresarial. Si es un líder perverso, produce perversos.

Y es que el jefe, el líder, puede ocupar el lugar del Ideal del yo, que tiene su origen en la internalización de las figuras de autoridad, de las figuras parentales. El sujeto se compara con ese ideal del yo: hacia dónde quiere ir, cómo quiere ser, mirándose en el otro como si se tratase de su propia imagen en el espejo. La competitividad es con uno mismo, pero en relación con el otro.

Por eso, es fundamental conocer el deseo de los directivos de la empresa. Si hay problemas en la competitividad entre los trabajadores, se produce malestar y se crean conflictos en la empresa. Entonces hay que preguntarse por los líderes (jefes de departamentos, directores, etc.), en qué lugar están situados frente a la ley.

Algunos directivos piensan en “divide y vencerás” pero es una estrategia poco productiva porque lo que están generando es una disociación, la división empresarial, cuando de lo que se trata es de conseguir un objetivo grupal. La empresa tiene que fomentar la unión, la comunicación, el deseo grupal, en definitiva, la grupalidad.

Los líderes tienen que poder escuchar a los empleados, conocerlos y saber qué es lo conveniente para cada situación. De lo que se trata es de abrir vías de crecimiento personal y profesional. Después, cada uno puede ir tomando decisiones acerca de qué puertas atravesar.

 

EL DESEO: MOTOR DEL TRABAJO

Hay que poner todas las herramientas al servicio de los trabajadores para que ellos las utilicen. Si en la empresa existe la idea de que utilizar esas herramientas me va a hacer mejor trabajador, eso va a generar en mí el deseo de serlo. Veo a un compañero usarlas y yo quiero hacerlo también. Porque lo que se transmite es el deseo.

En la empresa está el deseo en potencia, aunque muchas veces está paralizado. Los empleados van a trabajar por necesidad, trabajan para lo necesario solamente, para cubrir los objetivos, para cobrar al final de mes el sueldo, para que la empresa no se hunda.

Entonces, todo ese deseo que está en potencia, que está por construir, haciendo un trabajo se puede lograr que esa empresa sea deseante. Es decir, poniendo en movimiento todos los factores, se puede averiguar a dónde lleva ese deseo.

Es el deseo en potencia, pero también existe el deseo en impotencia. Está detenido o trabajando para la impotencia, para lo mínimo. Porque cuesta el mismo trabajo conseguir lo máximo que conseguir lo mínimo. Se trata de construir un equipo de trabajo que tolere sus ambivalencias y las diferencias.

Para que los clientes nos elijan, vamos a transmitirles ese deseo. Es una empresa montada en el deseo, que es lo que se transmite. Deseo por trabajar, por crecer, eso es lo que vamos a transmitir a los clientes: deseo por elegirnos, por comprar nuestros productos. Ya no es una imposición, un monopolio, porque no estamos solos en el mercado, a diferencia de algunas compañías, que monopolizan el mercado.

Trabajando, despierto mi deseo de trabajar. El deseo no es algo que se produzca previamente, sino que es producto de la interpretación, se construye. Yo trabajo para que me vaya bien, entonces la interpretación es que hay un deseo de que me vaya bien. Pero si trabajo para que me vaya mal es que hay un deseo para que me vaya mal. La interpretación siempre es desde los resultados.

 

LA IMPORTANCIA DE FORMAR A LOS TRABAJADORES

Que el trabajador no quiera crecer o no le interese competir, en el sentido de mejorar, de superarse a sí mismo, de vender más o producir más, es una detención enfermiza para la empresa. Cuando se detiene el deseo de los trabajadores por trabajar, crecer, diferenciarse, innovar, es que el deseo está puesto en la detención, no es que falte el deseo.

Esto tiene relación directa con la formación de los trabajadores, que debe estar integrada en la estructura empresarial. Es importante que la empresa esté constantemente en actividad, en movimiento, y eso lo va a producir creación de grupos operativos que establezcan una grupalidad lo suficientemente sólida para que trabajen competitivamente juntos, pero que también puedan trabajar competitivamente aislados.

Todo depende de la dirección, porque un jefe que dedica más tiempo a formar a sus empleados va a ser más competitivo que otro que no lo hace, ya que sabemos que el tiempo es dinero.

Fomentar la competitividad es trabajar para los empleados y crear oportunidades para que puedan utilizar esa energía psíquica (libre de celos, envidia, odio e incluso amor) para su crecimiento personal. La formación es la posibilidad de crear algo nuevo, tener nuevas ideas sobre las situaciones por las que se atraviesa, y que aún no se están realizando.

La competitividad siempre está presente porque siempre va a haber hostilidad, rivalidad, celos, envidia, deseos. Son sentimientos primitivos en el ser humano. El proceso psicoanalítico lo que viene a hacer con toda esa energía que se va a producir en la empresa es ponerla a disposición del grupo, porque es energía libre que permite que cada sujeto pueda salir de la posición agresiva y aceptar que es uno entre otros. Esa energía libre es necesaria para el grupo.

El salario es dinero a cambio de tiempo. Si cada empleado trabaja y se supera en su trabajo, eso va a producir dinero. El dinero no solo viene de un lugar, los clientes están en todos lados. Si varios trabajadores forman parte del mismo proceso de trabajo, tiene que estar bien diseñado el sistema de compensaciones para que todos sean partícipes de ese beneficio aportado.

 

LA GRUPALIDAD COMO FACTOR DETERMINANTE

Somos sujetos sociales, necesitamos de los otros para existir y, por supuesto, para trabajar. Aunque un empleado haga un trabajo individualmente, debe ser un grupo, constituir la grupalidad en él. A veces se piensa que el grupo es un conjunto de personas, pero eso no es suficiente para que sea un grupo. Es necesario tener constituida en cada uno la grupalidad. Vamos a necesitar reuniones grupales, conversaciones, analizar las diferentes maneras de ver la tarea. Va a ser muy importante formar grupos operativos para que la gente hable y se establezcan vínculos entre los trabajadores.

Desde el punto de vista consciente, si hablamos de fomentar, se puede pensar cómo hacer cosas para que se rivalice, fomentar la comparación, la competencia entre los compañeros. Aunque esto a veces conduce al crecimiento y, a veces, lo frena.

Y es que hay personas que están en comparación constante con los padres, con los hermanos, con el amigo, con el compañero, etc. Y eso les hace infelices.

La grupalidad empresarial ofrece múltiples posibilidades, están todos los caminos abiertos, pero no obliga a nada, las puertas se abren y cada uno decide cuales atravesar y cuales no, porque detrás de cada puerta hay un camino de trabajo.

Por ejemplo, ante una posible venta hay veces que, entre los trabajadores, surgen enfrentamientos por la comisión, dado que es una práctica muy frecuente. Entonces, a veces los celos, las rivalidades, son puestas en escena por lo económico: “él gana más que yo”, “consigue más que yo”, “a él le dan más que a mí”, etc. Si sacamos esto del contexto de la empresa, puede ser perfectamente una discusión entre hermanos frente al padre: “Que si a él le dedicas más tiempo”, “que a él le quieres más”, etc…

Legislar el narcisismo es importantísimo para poder trabajar grupalmente, para dejar que el grupo nos produzca como sujetos grupales. No cualquiera soporta esta responsabilidad, porque somos narcisistas. El narcisismo es muy primitivo en el sujeto. Al principio de la vida somos todo autoerotismo y, después, narcisismo.

Fomentar la competitividad es abrir vías, dejar hacer. Y cuando dejas hacer, la gente se va a equivocar porque, cuando empieza a trabajar un nuevo campo, no es un experto en ese campo, va a cometer errores. Eso es muy importante, aceptar que es de los errores que se aprende. Si el empleado comete un error y lo despiden, han anulado toda la posibilidad de crecimiento de la empresa. Hay que dejar que cometa errores porque después va a poder rectificar y lo va a hacer bien. Es así como se crece.

Lo más difícil para cualquier ser humano es dejarse llevar. Es lo más reprimido, pero cuando uno está en el camino, es también lo más creativo y lo más productivo. Dejarse llevar es aprender a no ejercer ninguna oposición.

 

EL PSICOANÁLISIS, UNA HERRAMIENTA EFICAZ PARA LAS EMPRESAS

El psicoanálisis es un método innovador dentro de las empresas, que les permite conocer y transformar aspectos de su funcionamiento que antes no se podían ni pensar. Y establecer algunas normas, para superar sus propias limitaciones. Con psicoanálisis, los límites de lo posible, de la producción, de la expansión empresarial, de la calidad, etc. se amplían exponencialmente. Aplicando el método psicoanalítico en las empresas, se abren nuevas cadenas significantes, nuevas posibilidades para la productividad empresarial. Es decir, va proporcionando ese camino que hay que transitar.

El método psicoanalítico permite producir el deseo empresarial. Psicoanalizarse es un trabajo y un tiempo que produce cambios a nivel empresarial. Con que una persona de la empresa se psicoanalice, eso ya produce cambios. Y si el que se psicoanaliza es el directivo de la empresa, los efectos se producen en todo el equipo.

Deseamos deseos, y eso tiene un efecto cascada. Cada uno puede conocerse y transformarse al ponerse frente a su deseo, y eso solamente se consigue en psicoanálisis. La posibilidad que tienen las empresas de utilizar la herramienta psicoanalítica está ahí. El psicoanálisis tiene que ver con producir el deseo del trabajador, el deseo del jefe.

Hemos dicho que el trabajador puede trabajar para ser competitivo o para no serlo. El psicoanálisis asegura resultados para la salud y el crecimiento de la empresa, fomentando la competitividad.

Fomentar la competitividad es abrir vías para que la empresa pueda ser competitiva. Para que la gente de la empresa, los trabajadores, puedan crecer.

El psicoanálisis es una ciencia de efectos y piensa de manera diferente a todo lo que nos han enseñado en la familia, en la escuela, en la sociedad. La propuesta que hace el psicoanálisis es otra. Como ciencia conjetural, subvierte el positivismo lógico, es decir, parte de los efectos para averiguar las causas. ¿Que la empresa no funciona? Pues vamos a reconstruir operaciones para ver por qué esa empresa no funciona. Porque hay un deseo de alguien, o del grupo, de que esa empresa no avance.

¿Que la empresa funciona y tiene mucho éxito? También vamos a reconstruir operaciones para ver cuál es el deseo de esa empresa y trabajar para mantener el éxito.

La interpretación produce el deseo. El deseo no es previo, se construye. Es llevar una nueva herramienta a la empresa que va a producir algo que antes no estaba: el deseo. El psicoanálisis sirve para producir un deseo que no estaba y, al producirlo, la empresa va a ser otra, va a conseguir otros efectos.

Eso nos da una nueva libertad, porque todo depende del siguiente paso. No hay nada del pasado que venga a interrumpir el desarrollo ni el crecimiento. La realidad se construye con trabajo y con deseo. El deseo es el que mueve el trabajo, pero el deseo solamente se va a poder interpretar cuando uno se ponga a hacer; ahí se va a ver cuál es su deseo.

Con psicoanálisis todo es novedoso para el sujeto. Y no queremos saber nada, porque nos dice: “depende de ti”, no del mercado, de la competencia, ni de la crisis… No nos engañemos, la posibilidad está en cada uno de nosotros, en cada frase, en cada acción, en cada beso, en cada bofetada. Todo lo que hacemos tiene que ver con nosotros mismos.

Que haya otros que piensen a los integrantes y su posibilidad de crecimiento, ése es el papel del psicoanálisis empresarial. Otros que piensen que todos los trabajadores pueden crecer dentro de la empresa y ésta beneficiarse de eso.

Se trata de construir una empresa que permita el desarrollo, la creatividad, la innovación, el crecimiento, en definitiva. Que produzca diferenciación con respecto a otras empresas, aunque hagan productos semejantes, que pueda ser diferente.

I+D+C: Investigación, Desarrollo, Creación. Si queremos ser diferentes de la competencia hay que aceptar que dentro de la empresa todo el mundo es diferente.