La adolescencia y sus cuestiones

 

 

¿QUÉ ES LA ADOLESCENCIA?

 

La adolescencia es una etapa decisiva dentro del desarrollo de cada ser humano. Separa la niñez de la juventud y es ahí cuando se produce lo que llamamos la metamorfosis de la pubertad. Es un auténtico cambio para todo sujeto, tanto a nivel físico como psíquico.

La adolescencia se inicia con la pubertad y concluye cuando estos cambios alcanzan mayor estabilidad, alrededor de los 19 años. La pubertad marca el inicio de la adolescencia, que generalmente ocurre entre los 10 y los 13 años de edad.

Hay una transformación total, porque un ser humano se va construyendo permanentemente, desde la infancia hasta el fin de sus días. La pubertad es como un punto y aparte fundamental para crear un ser humano saludable.

En psicoanálisis decimos que la sexualidad adulta es la sexualidad infantil a condición de ser reprimida. Tanto es así que funda nuestra mente. Lo que llamamos mente está estrechamente relacionado con la sexualidad, porque somos sujetos sexuados, es decir, provenimos de padre y madre.

En general, tenemos la idea de que nuestra vida es cronológica, que va desde que nacemos hasta que morimos. Pero, para el psicoanálisis, es al revés: sólo desde el futuro podemos leer el pasado. Es decir, que cómo morimos nos va a mostrar cómo hemos vivido.

Ése es el tiempo del psicoanálisis. Por eso, en la metamorfosis de la pubertad también se va a dar sentido a la sexualidad infantil. Ahí se transforma el cuerpo, se transforma el psiquismo.

 

CAMBIOS A NIVEL FÍSICO

 

Tanto en el niño como en la niña, en esta etapa se define lo que será el cuerpo de un adulto. La mayoría de los cambios físicos que experimentan están relacionados con el desarrollo de sus órganos de cara a la procreación.

Hay algunos comunes a ambos sexos: aumento de estatura, crecimiento del vello genital, cambios en la piel, acné, olor corporal más fuerte, etc.

Otros son específicos para cada género: en las niñas crecen las mamas, se ensanchan las caderas; la vagina, el útero y los ovarios se preparan para la menstruación.

En los niños se desarrolla la musculatura, crecen los testículos y el pene, aparecen las primeras erecciones y eyaculaciones nocturnas; en el cuello crece una protuberancia llamada la nuez de Adán, la voz cambia y se hace más grave.

 

CAMBIOS A NIVEL PSICOLÓGICO

 

En la adolescencia hay una explosión hormonal, un momento de excitación máxima igual que en la menopausia (dos etapas muy importantes, que Freud marca como decisivas), que produce un estallido libidinal. Es un auténtico terremoto para el sujeto, que hay que tener en cuenta y del que no hay que extrañarse.

Por eso, suelen tener cambios de humor (rebeldía, aislamiento, agresividad), de estado de ánimo, pasan de alegría a tristeza a rabia con facilidad. Aparece un cuestionamiento de las órdenes de sus padres, necesitan independencia y libertad. También comienzan a sentir atracción erótica y afectiva por otras personas.

A veces se trata a los adolescentes como si fueran tontos o, como dicen, están en la edad del pavo y así se justifica todo lo que hacen. Pero la realidad es que se están produciendo en ellos cambios sexuales muy fuertes, que van a determinar el paso a otra etapa de la vida: la sexualidad adulta, la genitalidad. En el adolescente está toda su energía enfocada a ese cambio.

 

EL DESARROLLO PSÍQUICO

 

En cada momento del desarrollo libidinal lo sexual tiene una zona erógena, tiene un lugar donde está puesta la energía psíquica y sexual. En el momento de la metamorfosis de la pubertad y la adolescencia, toda la energía está puesta ahí, en los genitales. Hasta la pubertad, la energía sexual está puesta en cualquier lugar, todo el cuerpo es erógeno.

Hay un período de latencia porque, como hemos dicho, la sexualidad se constituye en dos tiempos, con una interrupción: la sexualidad infantil y la sexualidad de la pubertad, y en medio hay un periodo de latencia que es fundamental para llegar a construir esa pubertad, esa sexualidad adulta. Son etapas que todo ser humano atraviesa.

En ese período de latencia, lo que ocurre es que se olvida la sexualidad infantil. Sucumbe a la amnesia, que todo el mundo ha tenido, y que no recordamos porque lo hemos olvidado, no porque no hayamos tenido sexualidad infantil. El periodo de latencia se va a dar entre los 8 y 10 años, aproximadamente, y después van a acontecer los cambios propios de la metamorfosis de la pubertad.

Dentro de los cambios que hemos nombrado, los más visibles son que los genitales en el niño crecen. Hasta ese momento, se había parado el crecimiento del pene, pero a partir de la metamorfosis de la pubertad, crece. Además, puede empezar a producir esperma. La producción de esperma que es un trabajo para la procreación y, en el caso de la niña, también la vagina se empieza a preparar para acoger ese líquido espermático.

Otro de los cambios fundamentales que se produce en la pubertad, es que aparece la diferencia sexual entre hombre y mujer. En la sexualidad infantil se constituyen los significantes importantes para cada uno, aprendemos a diferenciar papá y mamá, los incluimos dentro de nosotros como parte de nuestro psiquismo, pero hasta ese momento, hasta la pubertad, no hay hombre y mujer, no hay diferencias.

Hay un momento del desarrollo donde solo hay niños, es decir, masculinos, pero unos tienen cosita, tienen pene, y otros no tienen, son masculinos castrados. Los niños siempre llegan a alguna conclusión, deben pensar “se han portado mal” o también “ya les crecerá”.

El complejo de Edipo podría resumirse así: en un principio nuestros deseos sexuales hacia nuestra mamá son inmensos, hay una tendencia sexual frente a los objetos parentales que viene a ser interrumpida precisamente por la ley paterna. Están constituidos padre y madre. En cuanto aparece el padre, el niño y la mamá se separan. El padre es el que pone los límites, pone orden en una tendencia muy exagerada por parte del niño.

Cuando acontece esto en la vida infantil del sujeto, el niño dice: “bueno, esto lo voy a olvidar, lo voy a reprimir porque es demasiado para mí”. Mejor me olvido de mi madre, que está prohibida, que es de mi padre, y me voy a buscar otras niñas, otras mujeres. Eso genera hostilidad hacia el padre, pero también hacia la madre. Hay deseo sexual hacia los dos y hostilidad hacia los dos.

adolescente pensando

En la metamorfosis de la pubertad es cuando nacen por primera vez las diferencias sexuales. Hasta la pubertad no había diferencias sexuales, no había vagina, ni la niña ni el niño sabían de la existencia de la vagina. De hecho, la niña cuando empieza a tener impulsos vaginales es a partir de la adolescencia. Coincide también con la menstruación. En los dos aparece una diferencia, un cambio, en el órgano sexual: en él empieza a aparecer el esperma y en ella aparece la menstruación. Los dos trabajando para la procreación.

El instinto sexual, a partir de la adolescencia, se pone al servicio de la función reproductora. Hasta ese momento, el instinto sexual ha estado al servicio del goce oral, del goce anal, del goce fálico, del goce escópico, del goce invocante (hablar, ser escuchado) pero a partir de la metamorfosis de la pubertad el instinto sexual se pone al servicio de la reproducción.

El pene busca la vagina y la vagina busca el pene. De maneras muy diversas, porque a veces la manera de buscar o la manera de encontrar no es la más adecuada. Hay que tolerar ese cambio, hay que incluir esa modificación corporal, ese deseo, esos impulsos dentro de toda la estructura. Es un niño, un chaval que está estudiando, que está en contacto con chicos y chicas, que hace deporte, etc. y, ahora, se añade una explosión en todo. Puede pasarle estudiando, comiendo, jugando…

Y es que la tensión sexual se produce por varias razones, primero porque ya hay líquido espermático que se acumula y busca salida. Pero, además, ahora el objeto sexual ya no son los padres, ya han quedado reprimidos y entonces busca otros objetos sexuales: las compañeras de clase, la profesora (que es un subrogado del padre o de la madre), etc.

A veces se dice: “Está todo el día cansado, no hace nada, no estudia, está tirado en el sillón y no hay quien lo levante”. Hay que pensarlo psicoanalíticamente. ¿Con qué tiene que ver eso? Con un exceso de masturbación. Son personas que no toleran ninguna excitación mental. Cuando a uno le viene una excitación exterior, la tiene que trabajar psíquicamente. Cuando no puedo hacer ese trabajo psíquico, lo llevo al órgano genital. Goce autoerótico, que es el del niño, el más fácil, porque desde pequeño tiene autoerotismo, desde que se chupa el dedo.

Antes papá y mamá eran sólo dos, pero ahora hay chicos y chicas por todas partes. Se multiplica la excitación, porque el objeto puede ser cualquiera que tenga enfrente. Y no solamente puede ser un objeto, sino que la propia fantasía del chico también va a ser capaz de estimular su excitación sexual. En realidad, es la excitación sexual la que estimula todo.

Pueden ser tres los factores que producen la excitación: puede venir del exterior, puede venir del interior con la propia fantasía o puede ser por acumulación.

El caso es que la tensión sexual produce un displacer y busca descarga, que lo lleva de nuevo a una sensación de placer. Ése sería el camino normal hacia la sexualidad adulta, pero existen vicisitudes, porque el chaval se ha podido quedar fijado en un goce preliminar. Es decir, la sexualidad adulta se constituye en todos, lo que pasa es que uno puede regresar psíquicamente a fases anteriores.

Es como si dijera: “como esto nuevo no se me da bien, voy a volver a lo que conozco, a lo que me gusta”. A alguna de esas tendencias del pasado: oral, anal, fálica, escópica… No es exactamente genital, pero en la adolescencia también está disfrazado, porque aparecen trastornos de anorexia, bulimia, obsesiones, sadismo-masoquismo.

 

CÓMO INFLUYE LA ADOLESCENCIA EN LA VIDA ADULTA

 

Nuestra sexualidad adulta, tal y como es, tiene que ver con cómo se han constituido los cuatro significantes primordiales (hombre, mujer, padre, madre), es decir, tiene que ver con cómo se ha reprimido la sexualidad infantil.

En los adultos, esa regresión de la que hemos hablado se manifiesta de diversas maneras: el goce anal se muestra así, en una tendencia sádico-masoquista, cuando uno se ha quedado detenido en esa fase. Igual que el goce oral puede tomar la forma de anorexia y bulimia, obesidad, fumar, beber en exceso, las personas que hablan sin interrupción, pero no dicen nada, etc.

Esto, que ocurre en la infancia y que se termina de fijar en la pubertad, es totalmente determinante durante toda la vida. Hay mujeres que se creen tontas por no tener un pene. O inferiores al hombre o lo envidian todo el tiempo porque ellos tienen y ellas no. O piensan que es más fácil la vida para ellos, el trabajo, porque ellos tienen y ella no.

Y al hombre también le pasa, a veces trata a la mujer de una forma despectiva porque no tiene. Pero son todo atribuciones, es la sexualidad infantil determinando la vida del adulto. Las teorías infantiles que se quedan inconscientemente en nosotros.

Por eso, en la mujer es mucho más fácil caer en la posición de “es que no tengo dinero”, “no tengo tiempo”, “es que no lo puedo hacer”, “es que yo me tengo que dedicar a esto y no puedo en este momento”, “no puedo estudiar un máster”, “no puedo tener un hijo”. “Él tiene dinero y yo no tengo”, “es que yo soy la que no tiene”.

Todo el tiempo escuchamos frases en ese sentido, que nos persiguen y que están en todas las relaciones, y a veces están en la base de los conflictos. “No puedo”, “no tengo” siempre hace referencia a la falta.

Muchas frases que impiden avanzar. Son cuestiones infantiles que quedan inconscientemente en nosotros y que, si no se psicoanalizan, pueden suponer un obstáculo para el propio avance y progreso, tanto personal como profesional. Pensamientos infantiles y sexuales que tienen que ver con toda esta problemática.

Cualquier tipo de envidia en la edad adulta tiene sus raíces inconscientes en la envidia fálica. Tanto en él como en ella, porque el hombre también envidia a la mujer otras cosas. En todos hay una parte masculina y una parte femenina. 

El hombre, como ya tiene, o cree que tiene, suele caer a veces en una posición de miedo a perder y adopta una posición de defender lo que ya tiene. Miedo a perder es el miedo a la castración. Mientras que ella, como no tiene, no tiene miedo a perder. Todos tenemos que aceptar nuestra parte masculina, nuestra parte femenina, nuestras tendencias hostiles y nuestros deseos sexuales, tanto con el hombre como con la mujer, porque somos seres humanos.

Una de las cosas más dramáticas que acontece con la diferencia sexual, que aparece en la adolescencia, es que somos mortales. Esa diferencia sexual nos trae nuestra mortalidad. Eso es determinante. Cuando un adulto comete excesos está negando su mortalidad.

Hay que distinguir entre las tendencias y la patología. Tendencias tenemos todos. Todo el mundo tiene tendencias perversas, psicóticas, neuróticas… El aparato psíquico es el mismo para todos y los mecanismos son los mismos, tanto en la salud como en la enfermedad, pero en la enfermedad está todo exagerado. Es una cuestión de cantidad.

La adolescencia es una etapa maravillosa porque se produce todo el descubrimiento de la sexualidad, pero ese encuentro puede ser maravilloso o puede ser un drama. Depende de cómo lo viva cada uno. Hay adolescentes que sufren y sufren… Porque ya no pueden con su mamá y su papá. Hay una fuerte contradicción.

 

¿CÓMO PUEDEN AYUDAR LOS PADRES?

 

Los padres tienen que facilitar la salida de los hijos, tienen que saber que los hijos no son de ellos, son del mundo. Deben ayudarles en su crecimiento, pero con la idea de que tienen que salir al mundo, conocer a otros chavales, a otras chavalas. Van a tener su sexualidad, sus experiencias, y los padres no pueden estar detrás de ellos.

Para eso hay que mostrarles cómo manejarse con la frustración, con el rechazo, con la envidia, con los celos, con la angustia, con todo. Son sentimientos que nos van a acompañar toda la vida, queramos o no.

Es muy importante el psicoanálisis de los padres: si los padres no saben manejar esas emociones en ellos (la frustración, la envidia, el odio, los celos, la angustia) ¿cómo van a poder enseñar a sus hijos o transmitir a sus hijos que son cosas normales, humanas, con las que se tienen que arreglar?

El problema principal es que, como los padres no escuchan y no hablan, los niños no saben ni hablar ni escuchar. Actúan salvajemente, por impulsos: “¡es mía!”, en vez “¿quieres estar conmigo?” o “me gustaría llegar a un acuerdo”.

Muchas veces, los padres tapan su propia angustia produciendo un problema en los hijos: “Ah, pues es que mi hijo es fracaso escolar”. Ya está, ya calma la angustia, se quedan tranquilos, aunque hayan causado un mal al menor.

Por eso siempre hay que tratar a los padres cuando se trata a los niños o a los adolescentes. Lo que pasa que, si el padre niega que también es parte de la estructura mental de su hijo, evidentemente no va a llegar a la consulta de un profesional.

Muchas veces, cuando los chavales, por ejemplo, discriminan a uno porque es diferente o es un friki o por su aspecto físico o cualquier otra cuestión, eso tiene que ver con la no aceptación de las diferencias. Pero ¿qué diferencia es la que nos afecta? La diferencia sexual, porque es la que implica la mortalidad.

Hay que mostrarles a los hijos que tienen que perder el asco a las personas. Cualquier encuentro con otro ser humano en algo me va a contradecir en mi pensamiento, en mi forma de decir, en mi forma de pensar. Por eso hay que tolerar las diferencias.

A veces vemos adolescentes muy rebeldes y es por este asunto de las diferencias. Llegan a un extremo que denota la intolerancia máxima a la propia humanidad. Lo que les pasa no es con los demás, sino con ellos mismos. Lo proyectan en los demás porque el otro siempre nos muestra que somos humanos, los otros nos hacen de espejo, nos vemos en los otros

Es tan contraproducente la sobreprotección, esa tolerancia excesiva que se tiene en algunas familias (“mi hijo lo hace todo bien”) como la excesiva exigencia. Para un niño, salir al mundo es una liberación, un alivio, se libra de sus padres que, por muy buenos padres que sean, no dejan de ser sus padres y le pueden poner algún tope a su crecimiento.

La familia tiene que estar ahí para ayudarle a crecer, para salir al mundo. Y, después, estar ahí para acompañarle, nada más, no para intervenir, que es lo que suelen hacer los padres: “no hagas esto porque yo hice esto y me fue mal, porque yo hice lo otro y me fue bien”. Todo el día así. Hay que acompañar, hay que tolerar que los hijos tengan su propio camino. Y también hay que dejar que se equivoquen, es un aprendizaje.

 

Cuando uno quiere hacer la vida que hicieron sus padres, se quedan sin vida.

 

Es más fácil separarse de los padres reales que del pensamiento familiar. Uno se puede alejar de tus padres, irse a miles de kilómetros, pero seguir pensando igual que ellos, seguir queriendo ser como ellos. Alejaste físicamente, pero mentalmente convivir con ellos todos los días: “no puedo hacer esto porque mi mamá me dijo que no me convenía”, “tengo que hacer esto porque mi papá me dijo que era lo correcto”, etc.

Frases infantiles que perduran toda la vida, que nos acompañan y que nos pueden hacer avanzar o retroceder. Siempre va a haber ideología, pero es mejor tener una ideología que juegue a favor de uno.

Ya nos ha dicho el Psicoanálisis, cómo funciona el aparato psíquico. Está perfectamente descrito. Psicoanalizarse es una manera de evitar el sufrimiento. Aunque hay personas que gozan sufriendo, es el único goce que conocen. De lo que se trata es de poder sustituir ese goce por otro.

padres y adolescentes

Se trata de sumar. En vez de sufrir todo el día, ir disminuyendo, ir regulando, porque todo es una cuestión de cantidad. Ahora ya tengo el goce de sufrir, pero también el goce de hablar, de pintar, de escribir, de trabajar, de hacer el amor…

Es muy importante que los adolescentes aprendan esto, y para conseguirlo hay que enseñarle, tiene que aprender a sumar, a sustituir a los padres por otras figuras, a gozar de muchas cosas, a gestionar sus propias emociones.

Hoy día, cuanto el niño muestra una tendencia homosexual, ya le quieren operar, cambiarle de sexo. Pero hay que dejarle que desarrolle su sexualidad. En la adolescencia, la identidad sexual está en definición, hay que esperar un poco. Y esto suele ser para para calmar la angustia de los padres, en cuanto surge algo que se sale de lo que tienen pensado y esperado. Mejor psicoanalizarse que mutilarse.

Hay que fomentar la comunicación entre los padres, entre los profesores, entre los niños, para que aprendamos a hablar, a gestionar hablando lo que algunas personas no pueden hablar, por eso solucionan con acciones. Van a la agresión o al sadismo o al masoquismo porque no saben hablar, no saben poner palabras. Si lo ponen en palabras, no es necesario llegar a esos extremos.

Hablar también es sexual, pero cuando no se ha llegado a ese grado de civilización, poder hablar, el sujeto tiende a goces sexuales más primitivos. Al niño, cuando no puede hablar, cuando todavía no ha habitado el lenguaje, le entran rabietas y, en el adolescente, esta rabieta es un puñetazo o una pelea. Entre los chicos, sobre todo, hay juegos que son agresivos, pero es una manera de tocarse entre ellos. La cachetada es una caricia a alta velocidad y el golpe también es una manera de tocarse el cuerpo.  Pelean mucho para tocarse, son contactos sexuales.

Hay que poder indicárselo, hay que decirles: “bueno, podéis tocar sin agrediros”.  Esto, en la sociedad actual, nos parece de locos, aunque nos guste o no nos guste, es así.

Está todo diseñado para no saber de la sexualidad, no saber de las tendencias que tenemos, para no reconocer nuestra propia humanidad. Y esta actitud es especialmente perjudicial para los adolescentes.